Las vías de acceso a Jesucristo (I)

Abordamos ahora las vías de acceso a Jesús. Se trata de la pregunta: quién fue, quién es Jesús de Nazaret. No se trata primariamente de las opiniones de las personas sobre Cristo, ni de lo que hacen con ellas. Ante el mensaje cristiano de salvación y las exigencias que lleva consigo, lo importante es saber quién fue realmente Jesús.

No hay un camino directo a Jesús. Él no dejó nada escrito. No hay ninguna autobiografía, ni tampoco informes “oficiales”, ajenos a él mismo, a sus seguidores o a sus detractores. Lo que sabemos de Jesús por la historiografía es escaso y nos sirve, sobre todo, para estar seguros de que existió, de que no es un personaje inventado, y también nos sirve para saber que murió como consecuencia de la predicación que impartía, y que dejó discípulos que continuaron difundiendo su mensaje. Pero, sobre todo, lo que sabeos de Jesús nos llega de los escritos procedentes de sus seguidores, los cuales son conocidos como “Nuevo Testamento” (NT).
Estos escritos han sido puestos en duda en el último siglo precisamente por ese origen, por proceder de discípulos de Cristo, como si este hecho les impidiera ser objetivos y decir la verdad. En realidad, este cuestionamiento de los escritos sobre Jesús ya es en sí mismo una toma de posición, pues arroja una sombra de sospecha sobre todo lo que se dice de él y, al hacerlo, lo devalúa y casi lo hace desaparecer. Por eso, en los últimos decenios, la investigación bíblica ha estado dirigida principalmente a escudriñar línea a línea el NT para darle una especie de “certificado de autenticidad” a cada texto, a cada Evangelio o a cada carta. Este proceso, como no podía ser de otra manera, no ha producido un resultado único, sino que, según la tendencia de los autores y los pre-juicios con que se acercaban a los textos, daba lugar a una u otra interpretación. La confusión, debido a esto, es notable y llama la atención que los libros que afrontan esta cuestión suelen ser un largo elenco de opiniones discrepantes para ofrecer al lector una opinión más, la del autor del libro, más o menos coincidente con la de la Iglesia.
Sospechas sobre el NT
El problema es de una importancia extraordinaria, pues puestos bajo sospecha los textos que nos hablan de Jesús y que proceden de la primitiva comunidad cristiana, el Nuevo Testamento, y al no tener otra fuente de información sobre Cristo más que ésta, el interrogante sobre quién fue de verdad Jesús de Nazaret es pleno. Es como si la pregunta que se hacían en tiempos de Jesús sobre él se hubiera vuelto a revés. Entonces se preguntaban si él era el Mesías, el Cristo en el que había que creer. Hoy nos preguntamos si el Cristo en el que creemos es aquel Jesús de Nazaret, en lo que tiene de figura histórica. Y, como se ha dicho, un amplio recelo se ha difundido entre los investigadores, especialmente tras la crítica llevada a cabo por estudiosos como Bultman. La consecuencia es la ya citada: no hay hecho ni dicho de Jesús que no sea puesto en duda por uno o por otro, a veces sin más argumento que la propia opinión o la propia tendencia ética o política. Así, los que quieren justificar el uso de la violencia en un sentido revolucionario (teología de la liberación marxista) no dudan en considerar auténtico el pasaje en el que se cuenta la expulsión de los mercaderes del Templo y, en cambio, no dan la misma categoría a aquel otro en el que Cristo paga el impuesto a los romanos, afirmando en este caso que este fragmento es una introducción posterior y que no corresponde al mensaje original. Este es un ejemplo, pero no el único. Parece como si cada teólogo hubiera entrado a saco en el NT para suprimir aquello que no le gusta o que no le conviene, desde la prohibición del divorcio a la creación de un sacerdocio sólo para hombres, pasando por la institución de la figura de Pedro como pastor universal de la Iglesia. Lo que no conviene, se coloca bajo sospecha bajo la acusación de que es un añadido posterior e, inmediatamente, se prescinde de ello.
Autenticidad del NT
Para salir de esta situación que lleva a un bloqueo absoluto sobre la figura de Jesucristo, no nos queda otra solución que la de discernir la autenticidad del NT en bloque y luego actuar en consecuencia. Los criterios de autenticidad no pueden estar basados en la coincidencia de opiniones, pues si fuera así caeríamos en lo antes denunciado: rechazar lo que no nos gusta o no nos conviene. Tampoco se puede descartar como sospechoso y por consiguiente marginable aquello que proceda de una fuente creyente, pues estaríamos suponiendo que por proceder de esa fuente ya es total o parcialmente falso lo que se dice. La clave está en averiguar si esas fuentes han transmitido con honestidad lo que de verdad se produjo o si lo han desfigurado con fines proselitistas o de negocio. La cuestión radica, en definitiva, en la contestación a esta pregunta: ¿Es el Nuevo testamento un libro fiable para conocer a Jesús o, por el contrario, es un producto elaborado por unos creyentes que no nos permite conocer su verdadero rostro?. O, dicho de otra forma, ¿mintieron los evangelistas al hablar de Jesús para presentarle como un héroe y como un Dios?.
            La acusación de mentira que pesa sobre los autores del NT desde el siglo XIX, aun suavizada con el atenuante de que lo hacían con la intención de ensalzar a Cristo, debe ser demostrada. No es justo lanzar una acusación contra alguien sin demostrarla y luego, por el hecho de estar acusado, actuar como si en realidad fuera culpable y hubiera sido condenado. Si a todo el mundo se le supone la inocencia y lo que debe demostrarse es la acusación, ese mismo criterio hay que emplear con los autores del NT. Por desgracia, buena parte de los teólogos actúan en sentido contrario.
La honestidad intelectual y moral de los evangelistas, que nos sirve para afirmar que lo que cuentan es lo que ocurrió y que el Cristo de la fe es el mismo personaje que Jesús de Nazaret, viene demostrada por varios caminos. El primero es que siendo cuatro fuentes (los cuatro evangelistas), coinciden en lo esencial a pesar de haber escrito en momentos y lugares distintos; la pluralidad de testigos da, pues, fuerza al testimonio, como sucede en cualquier juicio. En segundo lugar, nadie inventa una mentira para perjudicarse y a todos ellos (los evangelistas, los apóstoles y muchos de los primeros cristianos) decir lo que decían de Cristo les supuso la persecución y la muerte. En tercer lugar, es muy difícil inventar cosas que se salen completamente de los esquemas socioculturales y religiosos del momento, como por ejemplo la divinidad de Jesús en un contexto judío en el cual no se podía ni siquiera nombrar a Dios y mucho menos pensar que el propio Dios iba a hacerse hombre, o como la muerte del Dios hecho hombre en medio de la tortura, cosa absurda tanto para un judío como para los creyentes de las religiones vecinas.

Por lo tanto, hay que concluir que, abandonando toda sospecha, en lo esencial el NT es un libro fiable para conocer la figura de Jesús de Nazaret y que el hecho de haber sido escrito por creyentes no representa un obstáculo para acceder a lo que Cristo hizo y enseñó.