Cómo funciona una escuela de agradecimiento

PRIMER PASO: CONOCER Y VIVIR LA ESPIRITUALIDAD

      Para poner en marcha una «escuela de agradecimiento», es necesario que quien tiene la iniciativa conozca primero la espiritualidad de los Franciscanos de María y la esté intentando practicar. También debe conocer, al menos teóricamente, el método de funcionamiento de las escuelas.

      La espiritualidad del agradecimiento es una espiritualidad que tiene muchas facetas, pero que se puede resumir en una palabra y en dos personajes como modelos para vivir esa palabra. La palabra es gratitud y los personajes son la Santísima Virgen María y San Francisco de Asís.

      El agradecimiento es una virtud humana que todos deberíamos practicar para ser verdaderos seres humanos maduros. Desde esta perspectiva meramente humana, se practica hacia muchos: los padres, que nos han dado la vida; todos los que nos dan o nos han dado en algún momento apoyo y afecto; los que nos han ayudado en cuestiones económicas o laborales; los que han contribuido a nuestra formación, y un largo etcétera. Pero, sobre todo, el agradecimiento es una virtud que tiene una profunda raíz cristiana, pues no en vano Cristo quiso que su liturgia, su modo perfecto de relacionar a Dios con los hombres, fuera una «acción de gracias», una «Eucaristía». Vivir el agradecimiento desde una perspectiva religiosa significa vivirlo desde una perspectiva humana y añadirle la dimensión espiritual, o lo que es lo mismo: introducir en los motivos de agradecimiento la deuda de amor que tenemos para con Dios y darle a la gratitud el carácter de «deber», tanto cuando se aplica a Dios como cuando se aplica a los hombres. El cristiano es consciente del infinito amor que Dios le tiene y sabe que tiene para con su Señor un «deber» de gratitud; sabe también que esa gratitud es una obligación para con el prójimo –familia, amigos y todos los demás que han hecho algo por él de alguna manera-. La «escuela de agradecimiento» va a intentar despertar en el «alumno» que acude a ella la conciencia de esa deuda y de esos deberes. Se tratará, pues, de hacerse conscientes de que Dios nos ama y de que hay muchas cosas en la vida que están yendo bien, por mucho que haya otras que están yendo mal. Se asiste a la «escuela de agradecimiento» para aprender a agradecer, a Dios y al prójimo, y para ello hay que ir descubriendo cuáles son los motivos de agradecimiento.

      Si esta es la espiritualidad, los dos modelos que tenemos los Franciscanos de María para intentar vivirla son la Santísima Virgen y San Francisco de Asís.

      Fue San Francisco aquel al cual el Señor le reveló su dolor porque los hombres no le amaban y sólo acudían a Él a pedirle cosas; las palabras del santo de Asís: «El Amor no es amado», son una expresión del dolor que sienten los verdaderos cristianos cuando comprenden que el Señor sufre al no encontrar en los hombres el amor al que tiene derecho. Hacer amar al Amor, hacer amar a Cristo que es el Amor, y empezar a amarlo uno mismo, es el objetivo de los «misioneros del agradecimiento» y, como se ha dicho, tienen en San Francisco un modelo histórico de primera magnitud.

       En cuanto a la Santísima Virgen, ella más que nadie vivió esta espiritualidad, pues en su corazón purísimo no cabía otra motivación para amar a su divino Hijo que la gratitud. Si nadie ama a un hijo como su padre o su madre, nadie como María nos puede enseñar a amar a Jesús. En ella no había sombra de egoísmo para relacionarse con Jesús, ni tampoco de miedo. No hacía las cosas por deseo de ir al cielo o por temor de ir al infierno, aunque, naturalmente, su deseo era estar la vida entera en el paraíso. Más allá del legítimo interés por salvarse, lo que primaba en el Corazón Inmaculado de María era la gratitud hacia Dios. Toda su vida, podemos afirmarlo, fue una verdadera «eucaristía», una continua acción de gracias.

      Es importante aclarar desde el principio que tanto la Santísima Virgen como San Francisco de Asís son dos personajes cien por cien católicos. Ambos nos remiten, por lo tanto, a la fidelidad plena a la Iglesia católica, al Vicario de Cristo en la tierra –el Papa- y a los Obispos diocesanos, sucesores de los Apóstoles. Ninguna sombra de duda puede quedar sobre este aspecto, tanto en el que pone en marcha un grupo como en los que participan en él.

SEGUNDO PASO: REUNIR LAS PERSONAS ADECUADAS

      Sabiendo ya lo que se busca al acudir a una «escuela de agradecimiento», para poner en marcha uno de estos grupos hay que llevar a cabo una labor de apostolado mediante la cual se ofrecerá a aquellos a los que creamos que puede interesarle profundizar en esta experiencia humana y religiosa. Es muy importante dejar claro desde el principio lo que se afirmaba al final del apartado anterior: es un grupo católico que quiere estar siempre en sintonía con la Iglesia católica, fiel al Papa y los Obispos. Además de esta fidelidad a la Iglesia y a su jerarquía, las personas invitadas a la «escuela» deben aceptar también la fidelidad no sólo a la espiritualidad sino al método.

      Este método consta de dos partes. Una se hace en la reunión de grupo y la otra fuera de ella. Dentro de la reunión de grupo, en lo que propiamente se llamaría “escuela de agradecimiento”, los miembros que la integran van a poner en común el resultado de su trabajo durante la semana y van a tomar conciencia de cuál es el trabajo que deberán hacer durante la semana siguiente. Lo importante, pues, no es lo que se hace en la reunión de grupo, sino lo que se hace fuera de ella. La reunión es siempre un punto de llegada y un punto de partida. Se llega con las experiencias vividas durante la semana y se sale para llevar a cabo nuevos actos de amor; la presencia del Señor en medio de los discípulos (Mt 18, 20) es la que garantiza, si de verdad está presente, que durante la celebración de la reunión se produzca un encuentro gratificante, consolador, iluminador con el propio Cristo y se salga de la escuela con un ímpetu mayor, con un deseo mayor de amar y hacer amar a Cristo. La “tarea” semanal consiste en el cumplimiento personal de tres tareas, complementarias e igualmente importantes. La primera es la que concierne a la vida espiritual (oración diaria, misa diaria cuando es posible, confesión frecuente). La segunda hace referencia a la formación (dentro de la oración diaria no debe falta un tiempo de meditación sobre los motivos de agradecimiento que tenemos para con Dios, especialmente aquellos que vienen indicados en el Tema de Formación del mes). La tercera concierne a la práctica del Evangelio como demostración concreta del amor que le tenemos al Señor (consiste en la puesta en práctica del propósito semanal, llamado “palabra de vida”, extraído del Evangelio del domingo). Como se ha dicho, además de esta tarea que el miembro de la “escuela” debe llevar a cabo en su vida normal y de la que se hace revisión en la reunión, se invita a todos los Franciscanos de María (esta invitación se convierte en un compromiso para los que han hecho las promesas) a llevar a cabo actividades de voluntariado al servicio de los necesitados, siempre que les sea posible.

      Todos pueden ser invitados a las “escuelas de agradecimiento”, incluidos aquellos que participan en otros movimientos de espiritualidad en la Iglesia, siempre que no les cree confusión y que ellos experimenten lo que aprenden en la “escuela” como algo complementario a lo que aprenden en otros sitios. El grupo se puede constituir con personas casadas o solteras, jóvenes o mayores. Sería deseable buscar la mayor homogeneidad posible: edades parecidas o situaciones civiles semejantes; por ejemplo: una «escuela de agradecimiento» de jóvenes, o de matrimonios, o de señoras. De este modo se puede profundizar más en la comunicación, pues la similitud de situaciones ayuda a que la comprensión entre los miembros de la escuela sea mayor.

TERCER PASO: CRECER EN UNIDAD

Sabiendo ya lo que se quiere hacer y contando con alguien para hacerlo, a continuación hay que ponerse en comunicación con la fuente de donde ha surgido esta espiritualidad. Esta unidad con la fuente es imprescindible para crecer de forma coherente y recta, sin desviaciones. De lo contrario, se puede caer en la manipulación de un carisma eclesial, apropiándose indebidamente un nombre y un proyecto. Si bien las «escuelas de agradecimiento» gozan de un amplio grado de autonomía, la práctica de esta espiritualidad supone hacerlo todo en unidad, pues sin unidad no hay amor y sin amor no cabe ningún agradecimiento.

      Para informarse acerca de cualquier requisito que se precise, se puede hacer por correo electrónico a: santiago@frmaria.org o al coordinador que los Franciscanos de María tienen en cada país (ver la sección Contacte con nosotros en esta misma página web).

      El deseo de los Franciscanos de María, como se ha dicho, es llenar el mundo de personas que vivan una relación con Dios y con el prójimo basada en la gratitud. Personas que, además de acercarse al Señor a pedirle ayuda, acudan también a su lado a darle las gracias y a ofrecerse a Él. Nuestro sueño sería llenar el mundo de cristianos que vivan una relación con Dios tal que, si San Francisco volviera a tener la visión que tuvo, saliera de ella riendo y no llorando, a la vez que decía: «El Amor sí es amado». Queremos amar al Amor y hacerle amar. Por eso nos llamamos «misioneros del agradecimiento». Pero nada de todo esto será posible sin la unidad –a la jerarquía de la Iglesia y entre nosotros-, pues la evangelización tiene como requisito imprescindible la acción de Dios, ya que es Él quien toca los corazones de los hombres y enciende en ellos la llama de su amor. Y fue él quien dijo, en aquella oración al Padre pronunciada a modo de testamento poco antes de morir: «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea». Sin unidad no hay eficacia apostólica posible y nuestra misión estará condenada al fracaso.