Las herejías sobre Cristo (VII)

Repasando la historia de las herejías se hace a la vez un repaso a la historia de Europa. Una historia poco ejemplar en muchos aspectos. Las guerras de religión ensangrentaron el continente durante siglos y fueron la causa -o la excusa- para la aparición del secularismo. En este capítulo vemos dos de estas herejías, la de los hugonotes y la de los hussitas.
Hugonotes: El nombre “hugonote” sirve para designar al conjunto de los protestantes franceses de los siglos XVI y XVII, aunque en realidad debería aplicarse sólo a una parte de ellos, los que se integran en la comunión reformada o calvinista.
A partir del Renacimiento, en Francia como en el resto de las naciones europeas, se sufre la guerra de religión, con enfrentamientos violentos entre católicos y protestantes. Desde antes de Lutero hubo en Francia comunidades que disentían en aspectos muy importantes de la Iglesia católica; entre ellos descollaban los cátaros y los valdenses. Estos últimos se refundieron con los luteranos. Uno de sus líderes fue Lefèbvre d’Etaples, que aseguraba haber encontrado en las epístolas de San Pablo material suficiente para defender la justificación por la fe. La Sorbona de París había condenado la doctrina de Lutero en 1521 y dos años después fue quemado vivo en París el monje Jean Vallière por protestante. En 1526 fue quemado otro teólogo, Jean Lecler, en Meaux.
A pesar de las persecuciones, el calvinismo se extendió con rapidez por todo el reino. En 1555 se constituyó en París una Iglesia reformada en la clandestinidad que celebró su primer sínodo general en 1559. Llegaron a representar una fuerza notable, que fue utilizada por elementos hostiles a la regente Catalina de Médicis, convirtiéndose así en una organización de contenido político y métodos militares. En el coloquio de Poissy (1561), se intentó una solución pacífica para acabar con la violencia que ambos bandos -católicos y hugonotes- se dirigían. al año siguiente, Catalina firmó el “edicto de tolerancia”, por el que se concedía a los hugonotes libertad de reunión y de culto, aunque no en las grandes ciudades, con tal de que devolvieran las iglesias que habían ocupado a la fuerza. Rechazaron éstos el edicto y se volvió a una nueva campaña de asesinatos, que fue el origen de las ocho guerras de religión que ensangrentaron Francia en los siglos XVI y XVII. La primera de ellas comenzó bajo el reinado de Enrique II y se mantuvo encendida hasta después de su muerte, ocurrida en 1559, llegando a 1580; en el transcurso de la misma tuvo lugar el sangriento episodio de la “Noche de San Bartolomé” (1572), en el que fueron asesinados muchos hugonotes. De 1584 a 1598 hubo otra guerra entre católicos y hugonotes; en ese año, Enrique IV -que se había hecho católico para poder acceder al trono de Francia- publicó el “Edicto de Nantes”, por el cual los hugonotes obtenían garantías religiosas, la libertad de culto en determinados lugares y, sobre todo, la posesión de plazas fuertes, particularmente la de La Rochelle. En el reinado de Luis XIII volvió a estallar la guerra, a instancias de Richelieu, que no podía permitir “un Estado dentro de otro Estado”. La Rochelle fue conquistada en 1629 y los protestantes tuvieron que renunciar a las garantías militares que se les había otorgado, aunque conservaron la libertad religiosa. Luis XIV, devoto católico a pesar de su vida licenciosa, intentó más tarde convertirlos a la fuerza y para ello revocó el edicto de Nantes (1685); muchos hugonotes emigraron y otros se organizaron en un ejército conocido como los “camisards”; esta guerra resultó especialmente sangrienta y duró de 1702 a 1706. Al final, la mayoría de los que no quisieron convertirse se fueron a Holanda, América, África del sur y Alemania. En América tuvieron pronto un gran prestigio y la isla de Manhattan fue comprada a los indios por un hugonote francés, Jean Minuit.
Hussitas: Los “hussitas” eran los seguidores de Juan Huss y de Jerónimo de Praga, dos pensadores checos. Hus nació en 1369 y llegó a ser profesor de Teología y rector de la Universidad de Praga. era una época turbulenta, en la que los abusos de autoridad, la corrupción y las costumbres disolutas de una porción del clero católico eran un motivo de escándalo frecuente. A ello se unió un conjunto complejo de sucesos históricos: el empuje del nacionalismo checo y la penetración de la herejía del inglés Wiclef, que sostenía que ni el hombre ni Dios son completamente libres y que todos los pecados son necesarios e inevitables; Wiclef predicaba también la predestinación a la salvación y a la condenación, así como la necesidad de la santidad de los sacerdotes para que la consagración fuera válida y la prohibición de la confesión; por último, pedía a los nobles que se quedaran con todos los bienes del clero y aseguraba que dar limosna a los monjes era causa de excomunión; los mismos laicos perdían el derecho a la propiedad de sus bienes en cuanto cometían un pecado mortal.
Hus, influido por todas estas teorías, aunque no las compartía del todo, se convirtió en el líder de la reforma de la Iglesia y del nacionalismo checo, atrayendo a grandes multitudes. Jerónimo de Praga se convirtió en su más fiel discípulo. Para Hus, los miembros de la Iglesia son sólo los justos y los predestinados; la autoridad, tanto civil como eclesiástica, quedaba anulada si el que la detentaba cometía un pecado mortal y, desde ese momento, era lícita la rebelión; la Escritura es la única regla de la fe y de la conducta.
Las enseñanzas de Hus, parecidas a las de Wiclif, llevaban consigo un concepto del hombre en el cual no cabía la libertad y, además, ponían en entredicho la autoridad del Papa y de los nobles. Hus y Jerónimo fueron convocados al concilio de Constanza en 1414; sin embargo, el reformador checo se comportó en el Concilio como un provocador imprudente, clavando en la puerta de la iglesia el salvoconducto del emperador y predicando públicamente su doctrina antes de exponerla en el Concilio. Se le detuvo y fue encarcelado. Estuvo a punto de retractarse de las 39 tesis erradas que habían hallado en sus escritos, pero al final se negó a ello. El 6 de julio de 1414 el Concilio le degradó como sacerdote y le entregó al emperador. Éste le condenó a morir en la hoguera, lo cual se cumplió el 6 de julio de 1415. Jerónimo de Praga, su discípulo, corrió la misma suerte, aunque al principio abjuró de sus errores.
La muerte de ambos desencadenó una espantosa guerra civil en Bohemia, Moravia y una parte de Polonia. Los hussitas se dividieron en dos grupos y el más radical, el de los taboritas, prohibía el culto a los santos y a sus imágenes. Vencieron a las tropas del emperador y la suerte del centro de Europa habría sido distinta si su principal líder, Zisca de Trocnoc, no se hubiera quedado ciego y hubiera muerto de peste en medio de la contienda.
Tanto el emperador como el Papa estaban cansados de la sangrienta guerra y también empezaba a cundir el desaliento entre las filas hussitas. Así fue fácil llegar a un cierto entendimiento en el Concilio de Basilea, por el cual se permitía a los seguidores de Hus la comunión bajo las dos especies. Los que no se conformaron con ello siguieron luchando y fueron derrotados en 1434. Según algunos historiadores, esta guerra supuso más de 40.000 muertos. Hus es hoy un héroe nacional en la República checa, pues se le ve como el líder de su independencia.