Francia ha tenido siempre una Iglesia viva, inquieta y pujante, fruto de la cual han surgido muchas congregaciones religiosas y no pocos santos. Pero también ha sido la cuna de algunas herejías, dos de las cuales las vemos en este capítulo: La llamada “Iglesia galicana” y el Jansenismo, aunque esta última se debe a alguien que no nació en Francia: Cornelius Janssen. |
Iglesia galicana: Comunidad cismática fundada en Francia por el sacerdote Chatel en 1831. Enre otras cosas, reconocía la primacía de la razón y de la conciencia personal sobre la fe. Rechazaba la autoridad del Papa y de los Concilios y no admitía más que las Escrituras como referencia suprema. Reconocía los siete sacramentos, pero con modificaciones; así, la penitencia se apoyaba en el dolor de corazón y no en la maniestación de los pecados; la eucaristía era un banquete fraterno y no el sacrificio de Cristo; el celibato y la virginidad eran considerados “contra natura”. Después de muchas peripecias, subsiste aún hoy un pequeño núcleo que, en 1985, contaba con 36.000 adeptos en Francia y Bélgica.
Iglesia Cristiana Universal: Desde 1983 se le llama Alianza Universal. Fue fundada en 1953 por Georges Roux (llamado el Cristo de Montfavet), que murió en 1981. según sus adeptos, Roux fue la forma humana que sirvió a Dios para predicar la ley y edificar su reino en la tierra a partir de 1980. Rehusan contar el número de sus miembros y aspiran a su extensión universal. No hay que confundir con la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada por Edir Macedo en Brasil en 1977 y que está muy extendida por el mundo, sobre todo en Iberoamérica. Tiene más de cuatro millones de fieles en cerca de 60 países. Es también conocida con el nombre de “Pare de sufrir” y uno de sus principios teológicos es que cuanto más dinero se le da a Dios a través de la Iglesia más bendiciones otorga el Señor, pues con ese dinero se puede hacer mucho por la evangelización. Su fundador enseña: “Yo no sigo a un Dios pobre. Si su Dios es pobre, es porque sus pensamientos son pobres …. La pobreza es del diablo; no de Dios» (Universal News # 7, p. 2).
Jansenistas: Herejía originaria de Bélgica, que alcanzó notable auge en Francia. Dicen apoyarse en San Agustín, pero según la interpretación hecha por Cornelius Janssens, obispo de Ypres, en Béogica, en su obra “Augustinus”, la cual fue publicada dos años después de la muerte de su autor. Sus errores conciernen a la predestinación, la gracia, el libre albedrío, el mérito de las buenas obras y los beneficios de la redención.
Janssens o Jansenio (1585-1638) nació en Holanda, en una familia católica. Estudió en Utrecht, Lovaina y París. Aquí conoció a Jean Duvergier de Hauranne, futuro abad de Saint-Cyran, uno de sus más importantes seguidores y verdadero propagador del jansenismo. Duvergier proporcionó a Jansenio un puesto como director de un colegio de Bayona, donde permaneció doce años y donde esbozó su “Augustinus”. No se atrevió a publicarlo porque estaba seguro de que sus doctrinas eran heréticas e iban a ser condenadas por la Iglesia. De regreso a Lovaina, Jansenio ocupó una cátedra de Sagrada Escritura antes de ser nombrado obispo de Ypres, donde le sorprendió la peste que le produjo la muerte.
En 1640 apareció su “Augustinus” en Lovaina. Consta de una exposición tendenciosa del pelagianismo y del semipelagianismo (herejías que defienden que la salvación se la gana uno mismo con sus buenas obras), un elogio a San Agustín y una severa crítica de los Padres de la Iglesia que, según él, no habían coprendido el problema de la gracia, y un tratado sobre la gracia.
El Papa Urbano VI condenó la obra en 1642. En Francia se llevó la cuestión a la Sorbona. El doctor de Saint Amour, Bourzeys, y algunos otros, defendieron las tesis jansenistas. Los jesuitas se enfrentaron a ellas. Roma dio a conocer su decisión en 1653, condenando las proposiciones siguientes:
– “Algunos mandamientos de Dios son imposibles de cumplir para un hombre justo, aunque ponga todo su empeño en ello, por faltarle la gracia eficaz”. Esta proposición de Jansenio fue condenada como contraria a lo establecido en el Concilio de Trento: Dios da siempre al justo la gracia suficiente para cumplir con todos los preceptos divinos.
– “En el estado de naturaleza caída no se resiste nunca a la gracia interior”. afirmación considerada errónea y contraria al Nuevo Testamento porque la voluntad conserva siempre su libertad.
– “En el estado de naturaleza caída, para merece o desmerecer, no hace falta una libertad exenta de necesidad, basta con una libertad sin coacción”. Juzgada herética por oponerse a lo dicho por el Concilio de Trento: si se realiza un acto por invencible necesidad, no puede ser libre, y si no es libre tampoco puede ser meritorio.
– “Los semi-pelagianos admitían la necesidad de la gracia para hacer buenas obras, incluso para alcanzar la fe; pero era herética su creencia en que la voluntad del hombre podía someterse o resistirse a ella”. Artículo condenado por la misma razón que el precedente. Porque la voluntad humana, en efecto, puede obedecer a la gracia o resistirse.
– “Es un error semi-pelagiano sostener que Jesucristo murió y derramó su sangre por todos los hombres”. Jansenio consideraba que sólo había muerto por los predestinados. Su proposición fue considerada herética y blsfema. La doctrina católica proclama la universalidad de la voluntad salvífica de Dios.
El sistema de Jansenio es conocido con el nombre de “sistema de delectación relativamente victorioso” y se apoya en la idea de que, con el pecado original, los descendientes de Adán han perdido la posibilidad de elegir libremente entre la virtud y el pecado. El hombre, que ha perdido en verdad su libre albedrío, se halla sometido a dos impulsos contrapuestos: uno es puro y celeste, el otro terrenal y viciado; está en medio de las dos delectaciones, atraído por ambas, y según que ceda ante una u otra, la delectación predominante no quedará más que “relativamente triunfante”. La gracia es lo que hace que la balanza se venza del lado bueno y, por este motivo, la gracia es siempre eficaz. No se salvan, pues, más que los justos que se han beneficiado de la gracia divina, en tanto que se condenan aquellos a los que Dios ha rehusado el don de su gracia.
A la muerte de Jansenio, Duvergier, más conocido como Saint-Cyran por el nombre de su abadía, se convirtió en el difusor de su doctrina, ganando para su causa a personalidades prestigiosas, como Pascal. Sus tesis se hicieron fuertes en el monasterio de Port-Royal y las monjas las difundieron entre las damas de la alta sociedad francesa. Inocencio X, a petición de la mayoría de los obispos franceses, condenó el jansenismo otra vez y entonces los jansenistas dijeron que Roma tenía razón en su condena, pero que ellos no se sentían identificados con lo que Roma decía que ellos decían. Estos les permitió seguir adelante durante un tiempo, hasta que Alejandro VII emitió otra bula, en 1656, en la que aclaraba que las cinco proposiciones estaban extraídas del “Augustinus” y respondían al pensamiento de su autor. Se pidió a los sacerdotes que firmaran un formulario rechazando la herejía. En 1705 Clemente XI promulgó otra bula condenando a los que optaban por no firmar en aras de un “silencio respetuoso”. A esta le siguió otra en 1713.
|