Las herejías sobre Cristo (XII)

El maniqueísmo fue más que una secta una religión que mezcla conceptos del antiguo zoroastrismo, de las filosofías chinas indias y del cristianismo. Su fundador, Manes, cree en la existencia de dos principios, el del bien y el del mal, iguales en poder y eternamente en lucha. Se perpetuaron en los cátaros y, hoy en día, se ven rastros de su filosofía en la masonería.

Maniqueos: El maniqueísmo está muy relacionado con el gnosticismo (que no tiene nada que ver con el agnosticismo) y es un sistema religioso que se desarrolló de manera paralela al cristianismo, aunque de orígenes anteriores. Sin embargo, esta religión introduce a Jesús dentro de su esquema y por eso los padres de la Iglesia no la consideraron como una religión diferente del cristianismo, sino como una peligrosa herejía. Se trataría, pues, de una especie de sincretismo que, tras múltiples adaptaciones, ha perdurado hasta hoy y de la que se encuentran huellas en varios sitios, como la masonería.
La persona de su fundador, Mani o Manes, ha llegado a nosotros con un cierto halo de leyenda. Nació en el 216 en el norte de Mesopotamia, en una familia muy religiosa que practicaba una rigurosa austeridad. Fue un hombre muy instruido. Es posible, incluso, que llegara a ser sacerdote cristiano. Pronto se dejó ganar por la concepción dualista del mundo (hay una fuerza del bien y una fuerza del mal, en eterna lucha y de gran poder). Entonces se dedicó a predicar sus propias ideas, viajando por Asia central, llegando hasta China. Cuando regresó a Persia logró el favor del rey Sapor, que le permitió organizar su religión con total libertad. Sin embargo, su sucesor, Bahram, azuzado por los magos de la religión zoroástrica, persiguió y encarceló a Manes, que murió en prisión en el año 277.
Su desaparición no supuso el final del maniqueísmo, sino que, por el contrario, éste se difundió con extraordinaria rapidez por Mesopotamia, Siria y el norte de África, llegando hasta Roma, España, Francia y los países balcánicos; por el oriente, alcanzó los confines de China. Manes había dejado plasmada su doctrina en numerosos escritos, entre los que cabe destacar el “Tesoro de la vida”, donde se pone de manifiesto el enfrentamiento entre ,la luz y las tinieblas; el “Gran Evangelio de alfa a tau”, el “Libro de los misterios” –que trata de las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo- y las “Cartas”, que se encontraron en el alto Egipto. El hecho de que San Agustín perteneciera a los maniqueos durante su juventud, cien años después de la muerte de Manes, da idea de la pujanza y extensión de la secta.
Los maniqueos rechazaban el Antiguo Testamento, por juzgarlo indigno de Dios. Del Nuevo aceptaban sólo lo que les convenía. Por ejemplo, no aceptaban los Hechos de los Apóstoles ni la segunda epístola de San Pedro, así como todas las de San Juan y el Apocalipsis. También rechazaban ciertos pasajes de los evangelios y preferían inspirarse en textos de filósofos paganos cuyas ideas compaginaban con las del fundador, Manes.
Su doctrina fue resueltamente dualista. Hay dos principios supremos –el de la Luz y el Bien y el de las Tinieblas y el Mal-. Ambos son eternos y completamente iguales en dignidad y poder y se reparten Edmundo. Uno es el principio espiritual y el otro el material, siendo irreconciliables entre sí. El materialismo pretende siempre absorber a los valores espirituales y esa será la causa del enfrentamiento violento de ambos.
Su concepto del mundo -cosmogonía- tiene tres etapas: el pasado, que es el origen de todo; el presente, que significa el estado actual y provisional del mundo; y el porvenir, que significará el fin. Llevamos a cuestas el peso abrumador del pasado, pero somos ricos y afortunados gracias a las enseñanzas de Manes, que ha formulado las promesas del futuro. En el pasado, el gran arconte o príncipe de las Tinieblas y todas sus jerarquías descubrieron el reino de la Luz, lo desearon y se lanzaron a su conquista. Para defenderlo, el Padre de la Grandeza emanó a la “Madre de la Vida” que, a su vez, creó al Primer Hombre, al que envolvió en los cinco elementos puros: el aire, el viento bueno, la luz, el agua y el fuego, antitipos de los cinco elementos impuros del mundo de las Tinieblas. a pesar de ello, el Primer Hombre se vio vencido por el mal y pidió ayuda al Padre de la Grandeza, quien desprendió de sí y le envió el Espíritu viviente; éste redimió al hombre y lo libró de la materia mala. No obstante, una parte de la sustancia luminosa quedó aprisionada en la materia; es lo que constituye la porción espiritual o penumática de nuestro mundo. Para que estas almas luminosas se quedaran en la materia, los arcontes del Mal les tendieron la trampa de crear a Adán con la misma imagen que la del Primer Hombre, animando su cuerpo con la luz que había robado y ocultado. Luego, el archidemonio creó a Eva y se la dio a Adán para que lo tentara. Y así se perpetuó la existencia de la luz aprisionada en la carne o materia. Pero no acabó ahí la maldad de los demonios: el rey de las Tinieblas y sus arcontes se sintieron atraídos carnalmente por Eva, abusaron de ella y Caín y Abel fueron los frutos de tales amores diabólicos. Sólo Set fue hijo auténtico de Adán. Por todo ello, a través de los siglos, son dos las genealogías de los hombres sobre la tierra: la hílica o materialista y demoníaca, de los descendientes de Caín (puesto que Abel murió sin haber tenido hijos) y la elegida de los que proceden de Set. Pero ambas progenies están mezcladas y la tarea de los justos consiste precisamente en recuperar, en nombre de y para el Hombre Primordial, las parcelas de luz dispersas por el mundo.
Los maniqueos creían que el hombre tenía dos almas: una penumática y otra hílica o material, de cuyo enfrentamiento surge una tercera: el alma psíquica. Jesucristo, sin embargo, se libró de la dualidad espíritu-materia. Manes fue docetista al principio; afirmaba que Nuestro Señor no había pasado por el seno de una mujer y que el cuerpo de Cristo no había sido más que una sombra, que no había padecido y que sólo fue crcificado en apariencia. Más tarde, adoptó una concepción distinta acerca de la naturaleza de Jesús, considerándole -junto con Buda y Zoroastro- representante de la Luz, lo mismoq ue él mismo -Manes, aunque sólo él -Manes- había recibido el encargo de realizar una misión universal. El papel de todos ellos, y de los mensajeros como Abraham, Noé, etc, consiste en ayudar a las almas a liberarse de los lazos de la materia. Una vez lograda la liberación, alcanzan las almas las regiones del sol y de la luna, donde se purifican definitivamente para acceder, por fin, a la columna de gloria situada en la vía láctea.
En el plano moral, las prescripciones maniqueas eran muy estrictas y tendían a apartar al hombre de la materia, considerada mala; no podían trabajar, se abstenían de carnes, no bebían vino y ayunaban los domingos y lunes; tenían prohibido participar en la guerra o llevar armas y no podían matar animales ni destruir plantas; habían de evitar todas las relaciones sexuales y, por tanto, el matrimonio estaba prohibido. Ahora bien, como un plan de esta naturaleza no podía exigirse a todo el mundo, se mantuvo sólo para los elegidos, en tanto que los fieles u oyentes les facilitaban a esos elegidos lo necesario para la vida a cambio de la esperanza de renacer algún día en un elegido y conseguir así la salvación.