Hagan lío

6 de septiembre de 2024.

            Ha terminado la primera etapa del largo viaje del Papa a Asia y Oceanía -doce días-, más agotador si se tiene en cuenta la edad del Pontífice, que en diciembre cumplirá 88 años. Sin embargo, todo parece indicar que la salud del Papa resiste y que la fatiga no le hace anular ninguno de los actos previstos que, por otro lado, tampoco son muchos afortunadamente.

            Esta primera etapa se ha desarrollado en Indonesia, que es el país con el mayor número de musulmanes del mundo, pero en el que vive una pequeña y dinámica comunidad católica. A los musulmanes, una vez más, el Papa les tendió la mano con un discurso centrado en la fraternidad que debe reinar entre todos los seres humanos y, especialmente, en el rechazo que toda religión debe mostrar hacia la violencia. Lástima que en el islam no haya una autoridad equivalente a la del Papa en la Iglesia católica, pues los radicales musulmanes no parecen hacer mucho caso a esos líderes que firman documentos de paz con el Pontífice, como demuestra el hecho de que, poco antes de la llegada del Santo Padre a Indonesia, se produjo en África una nueva matanza de cristianos. También, como exige el guion, se habló de la necesidad de cuidar de la tierra y no destruir esta casa común. Fraternidad y ecología son palabras hermosas y nunca está de más decirlas, pero otra cosa muy distinta es aplicarlas, como se está viendo cada día y como bien saben los católicos africanos.

            Más allá de los inevitables encuentros interreligiosos y políticos, lo más importante del viaje fue la reunión con la comunidad católica. En una misa multitudinaria, celebrada en un gran estadio, el Papa exhortó a los católicos indonesios a escuchar la Palabra de Dios y a practicarla. Les animó a que echaran las redes mar adentro, lo cual podía ser interpretado como una exhortación a misionar, a transmitir la fe cristiana en el apabullante ambiente musulmán que les rodea. Quizá por eso terminó su homilía con su conocida frase: “¡Hagan lío!”. En todo caso, los católicos quedaron no solo confortados por la presencia del vicario de Cristo, sino también felices de ver que era tratado con gran aprecio por las autoridades civiles y musulmanas, en un país donde no siempre se respeta la libertad religiosa.

            Cuando escribo este comentario, el Papa se encuentra ya en la siguiente etapa de su viaje, la gran isla de Papúa-Nueva Guinea. Si en Indonesia los católicos representan poco más del 3 por 100 de la población, en Papúa son el 31%, gracias a la labor heroica de muchos misioneros, que se jugaron la vida y no pocos murieron por intentar evangelizar a algunas tribus de la isla, que se cuentan entre las más belicosas del mundo. Eso sí fue hacer lío.

            Mientras tanto, en otras partes del mundo también han pasado cosas. La presidenta de los laicos alemanes ha estado en el Vaticano y ha salido muy contenta. Que esa señora esté contenta puede ser para echarse a temblar, habida cuenta de lo que han pedido y siguen pidiendo. Veremos en qué quedan sus alegrías, si no son causa de lágrimas para muchos otros.

            Aunque lo más estrambótico ha venido de Venezuela. El tirano de ese país, un tal Maduro, ha decidido que este año la Navidad se va a celebrar en octubre. Intenta que se olvide el gigantesco fraude electoral que ha protagonizado ante los ojos del mundo, pero no creo que consiga que se llenen de la alegría navideña los más de dos mil presos que tiene en la cárcel, víctimas de la represión contra los que se manifestaban pacíficamente pidiendo que se respetara el resultado de las elecciones.            

Los obispos venezolanos, que tienen un ojo puesto en lo que está haciendo el otro tirano, Ortega, el de Nicaragua, han decidido protestar ante una estupidez semejante: Navidad en octubre. Porque a Maduro le tiene que obedecer hasta Nuestro Señor y si él dice que Cristo debe nacer en el otoño, no está dispuesto a tolerar que nazca cuando al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen les parezca adecuado. Dificilísima situación la de Venezuela, de la que el mundo se empieza ya a olvidar y ante la que callan los que se llenan la boca todos los días de palabras grandilocuentes a favor de la libertad y la justicia. El llamado “grupo de Puebla”, que reúne a las izquierdas del continente, ni está ni se le espera, porque los dictadores y asesinos son, usando la famosa frase de la mafia, “de los nuestros”. La superioridad moral de la izquierda se retrata ahí: en las cárceles llenas de inocentes y en la Navidad pasada a octubre. Para llorar lo uno y para reír, si no fuera también para llorar, lo otro.