La Iglesia advierte a Trump

24 de enero de 2025.

            La Iglesia ha estado acosada desde hace muchos años -y sigue estándolo- por la ideología hoy conocida como “woke”, que no es otra cosa más que un esperpento del liberal-capitalismo más radical y enfermizo, adoptado con entusiasmo por socialistas y comunistas. Se han creado nuevos y falsos derechos, como el del aborto, y se ha perseguido legalmente a los que quieren oponerse a ellos, como sucede con los que, en silencio, rezan ante las clínicas abortistas o los médicos que quieren hacer objeción de conciencia. En el mundo de la cultura, incluido el cine, ser “woke” es un requisito imprescindible para triunfar. Y en el de la política, a través del control de los grandes medios de comunicación, se han conquistado gobiernos y se han impuesto desde ellos ideologías que están conduciendo a Occidente al suicidio, tanto demográfico como moral, debido por un lado a la falta de familias y niños, y por el otro a la aprobación de leyes que permiten la eutanasia. Un ejemplo es el intento del Gobierno polaco de prohibir la confesión a los menores de 16 años y otro es el del plan del Gobierno español de legislar sobre quién puede recibir la comunión. En ambos casos, la ideología es clara y el objetivo también: acosar a la Iglesia para convertirla en una dócil cadena de transmisión de sus agendas.

            Ante esta situación asfixiante y destructiva, no sólo para la Iglesia sino para la sociedad, la revolución popular, fruto del hartazgo ante las consecuencias económicas de las políticas “woke” más que ante las consecuencias demográficas y éticas, ha llevado al poder a algunos gobernantes decididamente contrarios. Trump, Milei, Orbán y Meloni son los más significativos de este pequeño cambio geopolítico, que quizá se vea agrandado por la importancia de que uno de ellos es el presidente de los Estados Unidos. Pero estos líderes, especialmente Trump, también impulsan políticas que generan serias dudas entre los católicos. Se ha hecho portavoz de estas inquietudes el presidente de los obispos norteamericanos, monseñor Broglio, que, tras conocerse los primeros decretos aprobados por el nuevo presidente de su país, ha calificado de “profundamente preocupantes” algunos de ellos, especialmente los relacionados con el trato a los inmigrantes y refugiados y la pena de muerte. Pero Broglio no ha sido como la “obispa” episcopaliana que le afeó a Trump, durante el oficio religioso de su toma de posesión, su rechazo a la ideología “woke”. Monseñor Broglio ha reconocido y agradecido que para Trump la definición de hombre y mujer esté relacionada exclusivamente con su biología, así como su rechazo a seguir subvencionando con fondos estatales el aborto, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Para el presidente de los obispos norteamericanos, lo ha dicho explícitamente, la enseñanza de la Iglesia no se somete a ninguna ideología política y se mantiene libre para apoyar o criticar lo que no está de acuerdo con lo que enseñó Jesucristo. Broglio no ha pedido que se mantenga la política de permisividad ante los emigrantes ilegales, pues todo país tiene el derecho y el deber de defender sus fronteras, -el propio Vaticano acaba de publicar una ley que castiga con multas y cárcel a los que pretendan entrar ilegalmente en su pequeño territorio-. Lo que el obispo norteamericano pide es que se tengan en cuenta las situaciones que afectan a los más desfavorecidos, como son los niños. De hecho, el tema de la inmigración se ha convertido, tanto en Estados Unidos como en Europa, en un punto central en el debate político y será decisivo para las inminentes elecciones en Alemania, que lleva sufriendo continuados ataques islamistas.            

La Iglesia no puede ni debe escorarse ni a un lado ni al otro del espectro político, pues su norte debe ser siempre la enseñanza de Cristo. Por eso, tiene el deber de aplaudir lo bueno que hay en los programas de los distintos partidos -y en el caso que nos ocupa, su enfrentamiento a la ideología “woke” es extraordinariamente positivo- y también tiene el deber de criticar aquello que no es conforme al Evangelio. Trump ha llegado al poder gracias al voto de muchos católicos, que le han visto como una esperanza ante la deriva que estaba sufriendo su país, pero muchos de esos votantes le han elegido no como un bien, sino como un mal menor, y le han votado con miedo a que tomara medidas radicales contra los emigrantes. Si quiere que su legado le sobreviva y el próximo Gobierno de Estados Unidos no pase a las manos de los que promueven la ideología de género, haría bien en escuchar las recomendaciones de líderes religiosos como el presidente de los obispos norteamericanos. Monseñor Broglio, estoy seguro, se ha hecho portavoz del sentir de muchos católicos que han votado a Trump y, sobre todo, se ha hecho portavoz de Jesucristo. Salvando todas las distancias, me ha recordado a aquel San Ambrosio que se enfrentó al emperador Teodosio. Ha hecho lo que debe hacer un obispo, no venderse ni a unos ni a otros, sino ser fiel sólo a Jesucristo.