25 de abril de 2025.
Tras la muerte del Papa Francisco, este lunes, sorprendente, pues el día anterior había dado una vuelta con el “papamóvil” entre la multitud que llenaba la plaza de San Pedro para recibir de él la bendición Urbi et Orbi, ahora todas las miradas están puestas en el colegio de cardenales, que ya se encuentra reunido y ha empezado las deliberaciones para decidir quién será el nuevo obispo de Roma y vicario de Cristo.
En el momento en que escribo, el cuerpo sin vida de Francisco aún está expuesto en el interior de la basílica de San Pedro para recibir el último adiós del pueblo católico, que está acudiendo en masa a despedirle. Mañana, si Dios quiere, será el funeral solemne, en la plaza, al que asistirán autoridades de todo el mundo, como los reyes de España y el presidente Trump. Tras el funeral, el ataúd con los restos mortales del Papa entrará en la basílica y, justo en la puerta, serán recibidos por algunos de los mendigos que la caridad del Papa atendía, en un gesto que diga a todos que los pobres y los que sufren son los predilectos del Señor. Desde dentro del templo, y de forma privada, se organizará el traslado hacia la basílica de Santa María la Mayor, donde será enterrado.
Pero los cardenales no han tardado ni un minuto en empezar a preparar el cónclave que elegirá al sucesor de San Pedro. El cardenal Re, decano del colegio cardenalicio y encargado de organizar el cónclave, junto al cardenal Farrell, decidió que ya al día siguiente, martes, se celebrara la primera de las Congregaciones Generales con los cardenales presentes en Roma o que hubieran podido acudir desde otras partes de Italia o del mundo. A pesar de las prisas, sesenta se reunieron en el aula nueva del Sínodo para decidir, en primer lugar, cuándo sería el funeral y el entierro. A lo largo de la semana han ido añadiéndose otros cardenales, aunque aún no están todos. Además de decidir la fecha del funeral, también han elegido qué cardenales presidirán cada una de las nueve misas -las novendiales- que está establecido que se celebren por el Papa difunto. Ahí saltó una primera sorpresa, cuando se hizo pública la lista con los nombres, pues el cardenal Fernández, el más próximo a Francisco y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había quedado excluido. Al día siguiente eso se solucionó y el cardenal argentino sustituyó nada menos que al camarlengo de la Iglesia, el cardenal Farrell, en esa lista, en un movimiento que parece indicar que Farrell cedió voluntariamente su puesto.
Las reuniones de los cardenales han entrado ya en la valoración de las cualidades que debe tener el próximo Papa y, para ello, han comenzado las intervenciones de distintos cardenales analizando la situación del mundo y de la Iglesia. El contenido de estas intervenciones está protegido por el secreto pontificio, por lo que, salvo filtraciones, no se puede saber qué se dice ni quién lo dice.
En cambio, son muchos los cardenales que sí están contestando a las preguntas de los periodistas sobre las características que debe tener el nuevo Pontífice. Como es natural, cada uno expresa lo que a él le gustaría, sin que eso sirva para valorar hacia dónde se inclinarán los votos de los electores. El cardenal español López, arzobispo de Rabat, ha sido de los primeros en decir que hace falta seguir profundizando en la línea de Francisco, pues éste se ha limitado a abrir las puertas a las reformas. En el polo opuesto se han manifestado el cardenal de Nueva York, Dolan, que reclama un Papa con el corazón de Francisco y la claridad doctrinal de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. El cardenal Arborelius, de Estocolmo, cree que se producirá un cambio, a pesar de que la inmensa mayoría de cardenales han sido nombrados por el difunto Pontífice. El cardenal Osoro, emérito de Madrid, ha dicho que el nuevo Pontífice debe centrarse en ser fiel a Jesucristo y no importarle si eso agrada o no al mundo. Y el cardenal Müller ha advertido del riesgo de que se produzca un cisma si no se elige un Papa ortodoxo, que transmita y defienda íntegramente el depósito de la fe. Quizá puede ser significativo que de estos cinco cardenales, cuatro fueron nombrados por el Papa difunto y, de ellos, tres se han manifestado en una línea conservadora.
Como era inevitable, en todos los medios de comunicación han aparecido ya las “quinielas” de posibles pontífices. Los previsibles -como Parolín, Tagle o Zuppi- van en cabeza, incluso en las casas de apuestas, pero es muy pronto para saber quién será el nuevo obispo de Roma. Francisco está aún de cuerpo presente y ahora lo que se debate es el perfil que debe tener su sucesor y eso se decidirá en función de los problemas que deba afrontar. Muchos de los cardenales, por supuesto, ya tienen decidido su voto, pero los que inclinarán la balanza hacia un lado u otro serán los que se convenzan, oyendo lo que se diga en las Congregaciones Generales, de si la Iglesia tiene que seguir profundizando en su adaptación al mundo o si debe elegir ser fiel a Jesucristo y a su mensaje aunque tenga que ir contra corriente.
Mientras tanto, hay quienes no pierden tiempo ni oportunidades. Aprovechándose de que la Iglesia está en estado de “sede vacante”, la Conferencia Episcopal alemana ha publicado el ritual para bendecir parejas no casadas por la Iglesia, tanto homosexuales como heterosexuales, aplicando la política de hechos consumados y dejándole al nuevo Papa la decisión de si eso lo tolera o si se enfrenta con ellos y lo desautoriza. La Iglesia alemana es riquísima -recibe del Gobierno 600 millones de euros al año, mientras que la española recibe poco más de 30, para poner un ejemplo- y su ayuda al Vaticano y a muchas diócesis del mundo es importante. En un momento de grave crisis económica como la que pasa la Iglesia, le será difícil al nuevo vicario de Cristo enfrentarse con los ricos que pagan, incluso aunque no esté de acuerdo con lo que enseñan. Se habla de la Iglesia de los pobres, pero al final se corre el riesgo de que son los ricos los que mandan. Si Alemania es más influyente que África no será por su vitalidad eclesial, ni siquiera por sus argumentos teológicos, sino por su dinero.
Hay que seguir rezando. Por el alma de Francisco, por los cardenales y por la Iglesia.