8 de mayo de 2025.
La Iglesia tiene un nuevo Papa, León XIV. Se trata de Robert Francis Prevost, agustino, de 69 años, nacido en Chicago, de madre peruana, que fue llamado por el Papa Francisco a ocupar la presidencia del Dicasterio de los Obispos cuando era obispo de Chiclayo, en Perú. Es, por lo tanto, un norteamericano-peruano, formado en una de las espiritualidades más antiguas y hermosas de la Iglesia, la de San Agustín. A él ha hecho referencia en sus primeras palabras, cuando se ha asomado al balcón principal de la basílica de San Pedro y ha saludado a la multitud que lo aguardaba, diciendo que es cristiano con nosotros y pastor para vosotros.
Pero, además de citar a San Agustín, ha citado dos veces a su predecesor, el Papa Francisco. La primera, recordando la bendición que el domingo de Pascua dio el Pontífice en esa misma plaza, unas horas antes de morir. La segunda, inmediatamente, fue para darle las gracias. Pero León XIV no ha querido ocultar sus señas de identidad y lo ha hecho desde el primer momento. Sus primeras palabras ha sido un saludo de paz, una paz, ha dicho, “humilde y desarmada”, lo cual es un mensaje claro para un mundo que está ya inserto en una vorágine de guerra. Ha hablado de seguir a Cristo unidos y sin miedo, porque es el Señor el que nos precede. Ha repetido una de las frases más queridas del Papa Francisco, que en la Iglesia cabemos todos: “Debemos buscar juntos ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes y el diálogo siempre abierto a recibir a todos, a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia”. Y ha dicho claramente que el camino que hay que recorrer es el que el difunto Pontífice emprendió, el de la Sinodalidad: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que siempre busca la paz, que busca estar cerca de quienes sufren”. Pero, hay que decirlo todo, ha hablado más de comunión que de Sinodalidad.
El nombre elegido, León XIV, indica que se siente identificado con el Pontífice que llevó ese nombre y que gobernó la Iglesia durante 25 años. León XIII es el Papa de la doctrina social de la Iglesia y, de sus 86 encíclicas, la más recordada es la “Rerum Novarum”, que marca el inicio de esa Doctrina Social. Pero hay un episodio menos conocido en la vida de León XIII, su visión mística, que anunciaba un futuro próximo y dramático sobre todo para la Iglesia católica. Le ocurrió en 1884, cuando ya llevaba seis años de Papa. Después de celebrar la Santa Misa, reunido en su capilla con algunos cardenales, éstos le vieron ponerse en pie ante el altar y reflejar en su rostro un profundo horror. Saludó a los presentes con la mano y se fue a su despacho. Sólo dijo: ¡Oh, qué imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!”. Después explicó con más detalle lo que había visto y oído. “Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno”. Pero también vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a satanás con sus legiones al abismo. Después de media hora, llamó al secretario para la Congregación de ritos, le entregó una hoja de papel y le ordenó que la enviara a todos los obispos del mundo, indicando que ordenaba que debía ser recitada después de casa misa. Esa oración es la misma que aún recitamos hoy los católicos: “Arcángel San miguel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios manifieste sobre él su poder. Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha concedido, arroja al infierno a satanás y a los demás espíritus malvados que andan por el mundo tratando de perder a las almas”.
El nuevo Papa es, por lo tanto, un hombre de Francisco, que previamente había sido calificado entre los moderados de los cardenales más próximo a su predecesor. La Sinodalidad va a ser su hoja de ruta. Lo ha dejado bien claro. Ahora está por ver lo que eso significa en la práctica y las consecuencias que tendrá. En las Congregaciones Generales han sido muchas las voces que se han alzado pidiendo que el nuevo Pontífice preservara la unidad de la Iglesia y mantuviera intacto el depósito de la fe. Se sabe que ha sido votado por todos los cardenales de América, incluidos los conservadores, y por los cardenales africanos. Además, ha terminado su primer discurso encomendándose a la Virgen y rezando con el pueblo el Ave María. La prueba de fuego la va a tener con el ritual para bendecir parejas no casadas que han publicado los obispos alemanes en tiempo de sede vacante, poco después de la muerte del Papa Francisco. Pero no hay que olvidar que la elección del nombre le ha puesto voluntariamente en la senda de León XIII, que no fue sólo el Papa de la doctrina social, sino el que tuvo la visión del demonio sobre la desgracia terrible que le esperaba a la Iglesia y el que ordenó que se rezara la oración a San Miguel después de cada misa.
Tenemos Papa. Tiene derecho a nuestro apoyo y a nuestra oración. No podemos recibirle con una actitud de prevención y mucho menos de rechazo. Quizá los más sorprendidos sean los que están contentos porque creen que es un radical. La frase que ha elegido para su Pontificado es “En Aquel que es uno, seamos uno solo”, que es una clara apuesta por la unidad. Confiamos plenamente en que defenderá el depósito de la fe, pues de lo contrario será imposible mantener unida a la Iglesia. Encomendémosle a San Miguel y a la Santísima Virgen. Recemos por él.