El Papa tiene fe

20 de junio de 2025.

            Cuentan una anécdota del que fuera secretario de Estado con Pablo VI y también con Juan Pablo II. Me refiero al cardenal Casaroli. Como la he oído contar en varias ocasiones, por personas distintas, deduzco que puede ser cierta. Durante una conversación en la que participaba Casaroli, alguien hizo un elogio a Juan Pablo II, que no llevaba mucho tiempo como Papa, y dijo de él que era una persona con una gran fe, que era alguien que se notaba que creía en Dios. El purpurado italiano intervino diciendo que el Pontífice “creía en Dios más que el propio Dios”. Era una ironía, una forma no tan sutil de ridiculizar a alguien que no le gustaba porque no compartía su “ostpolitik”, sus cesiones al comunismo. Pero, en el fondo, era una acusación contra el Papa, al que consideraba un radical, empezando por ser exagerado en la fe que tenía en Dios.

            He pensado en esta anécdota esta semana, escuchando las diferentes intervenciones del Papa León. No creo que se pueda decir que tiene demasiada fe en Dios, pero sí se puede afirmar que tiene fe y que es firme y consistente. No va haciendo alardes de su fe, pero en cada mensaje suyo ésta se pone de manifiesto. Por ejemplo, en el mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, aunque ha pedido que no nos acostumbremos a la pobreza de los demás como algo irremediable, ha afirmado que “la mayor pobreza es la ausencia de Dios” y en esas palabras estaba presente Santa Teresa de Calcuta, pues era casi una frase literal suya. O en el mensaje a la Conferencia Episcopal italiana, con la que se ha reunido por primera vez, y en el que les ha pedido que Cristo esté en el centro, además de pedirles que se esfuercen por conseguir la unidad entre ellos. O en el mensaje leído en la audiencia de este miércoles, en el que, meditando sobre el milagro del paralítico en la piscina y sobre el estancamiento espiritual, afirmó que el Corazón de Cristo es “la verdadera casa de la misericordia”. Todos sus mensajes, sin excepción, tienen a Cristo en el centro, están cargados de espiritualidad, esponjan el ama y nos muestra cómo es el corazón del Pontífice: un corazón lleno de fe y de esperanza. Un corazón creyente y enamorado.

            Pero no todos están contentos con él. Si la semana pasada hablaba de los ataques que ya empezaba a padecer de parte de tiburones pequeños, hoy ha sido una pieza mayor la que ha intervenido, aunque su crítica no ha ido dirigida directamente contra el Papa. Me refiero al teólogo laico Andrea Grillo, considerado el principal asesor del Papa Francisco en sus restricciones a la misa tradicional y un encendido defensor tanto del sacerdocio femenino como de la bondad de los actos homosexuales. La víctima de Grillo ha sido nada menos que el beato Carlo Acutis. Para este pequeño personaje, el gran santo adolescente tenía una fe infantil en la Eucaristía, que le hacía dar importancia a los milagros eucarísticos y, por lo tanto, a la presencia real del Señor en ella. Esto se debió, según Grillo, a que Acutis había tenido “malos maestros”, que le habían hecho tener una fe arcaica en la Eucaristía, a la que él llama “mala educación eucarística”.            

El malestar de estos personajes o personajillos, que han perdido ya su influencia, va a más, no sólo por lo que dice el Papa sino por lo que hace. Por ejemplo, la decisión de pasar unos días de descanso en julio y agosto en el palacio pontificio de Castelgandolfo, a orillas del lago Albano, en las colinas del sureste de Roma. El Papa no sólo no va a residir en Santa Marta y volverá al palacio apostólico, sino que además se va a ir de vacaciones unos días a la casa de verano que los pontífices han usado durante siglos para aliviarse algo del calor romano y que Francisco jamás utilizó. Cosas como ésta les están poniendo muy nerviosos y, como no se atreven a ir directamente contra él, atacan a los que están a otro nivel, aunque ya sean santos o beatos, como Carlos Acutis. No sé si el nombramiento, efectuado esta semana, de un liberal para la Archidiócesis de Brisbane, en Australia, será suficiente para calmarlos. James Martin estaba eufórico, porque el nuevo arzobispo es un encendido defensor de la ordenación sacerdotal femenina, pero quizá olviden que estos nombramientos estaban ya hechos y que el Papa quiere ir con calma para que no se frustre desde el inicio lo que considera el primer objetivo de su pontificado: conseguir la unidad de la Iglesia. Es pronto para que los liberales canten victoria, porque en realidad el juego todavía no ha comenzado. Recemos por el Papa.

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