24 de julio de 2025.
León XIV ha terminado sus vacaciones en Castelgandolfo, cortas y llenas de trabajo. Se encuentra de nuevo en el Vaticano, en la habitación que ocupaba cuando era cardenal prefecto del Dicasterio de los Obispos, porque a Santa Marta no ha querido ir y al apartamento del Palacio Apostólico, que era hasta Francisco la residencia de los Papas, no puede ir porque está en obras, tras doce años de no ser utilizado.
La misión que León XIV se ha impuesto como programa de pontificado es la de unir a una Iglesia muy dividida. Para ello necesita actuar con calma, sin romper con nada de lo valioso que hizo su predecesor y sin romper con la Tradición. Esta “revolución tranquila”, como ya se denomina, se enfrenta continuamente con obstáculos, con trampas que buscan provocar respuestas del Pontífice que pongan de manifiesto de qué parte está. Dos de estas trampas han provenido de Alemania y una tiene a un sacerdote austríaco como protagonista.
El Episcopado alemán aprobó, cuando ya había muerto Francisco y aún no había sido elegido León -en la etapa que se llama de “sede vacante”-, un ritual para bendecir uniones irregulares: divorciados vueltos a casar, parejas homosexuales o heterosexuales que conviven sin casarse, parejas de cualquier género que se han casado civilmente pero no por la Iglesia. Varias diócesis lo han implementado ya y se está aplicando en sus parroquias. Pero una diócesis alemana, la de Colonia, presidida por el cardenal Voelki, ha dicho que no la va a aplicar porque contradice lo que el Vaticano aprobó en Fiducia supplicans, el documento de Doctrina de la Fe que permitía la bendición, entre otros, a homosexuales pero no a parejas de homosexuales, aunque esa distinción resultaba confusa y provocó el rechazo de muchos Episcopados. Es decir, que según el cardenal Voelki, ese ritual de bendiciones iba más allá de lo permitido por la Iglesia. La respuesta del órgano colectivo del Episcopado alemán ha sido que ese bendicional fue revisado y aprobado por el cardenal Fernández, prefecto de Doctrina de la Fe. Ahí surge la primera trampa contra el “cambio tranquilo” de León XIV, la primera exigencia de que se pronuncie sobre un tema conflictivos, pues mientras un obispo apela a la fidelidad a Roma para rechazar ese bendicional, otros dicen que están siendo fieles a Roma y que cuentan con su apoyo para aplicarlo. Es una provocación para que el Papa intervenga y aclare las cosas. Hay que tener en cuenta, además, que el propio cardenal Fernandez declaró hace unos días que León XIV no va a modificar nada de Fiducia supplicans; se supone que si ha dicho eso es porque tiene la seguridad de que va a ser así, pero no deja de ser un reto al Pontífice, sobre todo cuando el cardenal está ocupando un cargo que se le ha confiado de forma provisional, como el resto de los cargos de la Curia vaticana.
La otra trampa viene también de Alemania y tiene al aborto como motivo. El Papa Francisco fue durísimo contra el aborto, llegando en varias ocasiones a llamar “sicarios” a los médicos que lo practican. Sin embargo, León aún no se ha pronunciado explícitamente sobre eso, aunque ha defendido ya con rotundidad la familia formada por un hombre y una mujer y la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Un obispo alemán ha pedido que no se use el aborto como arma ideológica, lo cual implica necesariamente que no se le critique ni condene públicamente por parte de la Iglesia. Otro obispo alemán, el cardenal Müller, no ha dudado en afirmar que, con esa postura, lo que se pretende es favorecer a los partidos políticos que promueven el aborto, para evitar que sean criticados. Ese silencio favorecería evidentemente al aborto y equivale a pedir que en ese tema la Iglesia no intervenga. Otra cuestión, por lo tanto, que se pone sobre la mesa de trabajo de León para que se pronuncie, sin darle tiempo a que él decida sin presiones cuándo debe hacerlo.
También esta semana se ha producido un hecho que reclama la intervención del Papa. Un sacerdote austríaco, el Padre Weninger, que ha trabajo en el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso durante 13 años, ha pronunciado una conferencia en una logia masónica francesa en la que ha afirmado que ya no es incompatible ser católico y ser masón, porque estos no están excomulgados. Dijo también que en los dos últimos pontificados no había habido ninguna condena a la masonería. La realidad es que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presidido por el cardenal Fernández, revalidó en 2023 dicha prohibición y también recordó que sigue en pie la excomunión que lanzara contra los masones San Juan Pablo II en 1983. Otra cuestión, por lo tanto, que el Papa tendrá que aclarar: ¿es verdad que se puede ser masón y católico o el P. Weninger está equivocado y, en ese caso, debe ser corregido públicamente, pues sus afirmaciones han causado alarma entre muchos fieles?
Las vacaciones del Papa, cortas y llenas de trabajo, han terminado. No sé si habrá podido descansar algo. Ahora le esperan un montón de cuestiones espinosas en las que tendrá que pronunciarse, contentando inevitablemente a unos y desagradando a otros. Esta semana le han puesto sobre la mesa tres: la bendición de las parejas irregulares, el silencio sobre el aborto para no molestar a los partidos políticos abortistas, y la cuestión de la masonería. Estamos a su lado, rezando por él, porque la maravillosa tarea que se ha impuesto, la de unir a la Iglesia, no es nada fácil de realizar.