Más bombas contra el Papa

1 de agosto de 2025.

            La misión que el Papa león XIV se ha impuesto no sólo es necesaria e incluso no sólo es difícil, sino que raya en lo milagroso que lo consiga. Ha heredado una Iglesia dividida, enfrentada incluso con rasgos de odio, y ha asumido el deber de hacer todo lo posible por unirla. Llevo ya varias semanas señalando los obstáculos que le ponen los que no quieren que se logre esa unidad, los que quieren que el Papa fracase en su misión porque en realidad lo que pretenden es que la Iglesia se rompa en varios pedazos para quedarse ellos con la parte más jugosa de lo que quede. Semana a semana me dedico a poner de manifiesto las bombas que le ponen y que, como si fueran minas que asfaltan un camino, estallan bajo sus pies. La semana pasada me refería, entre otras cosas, a la publicación, por parte de la Conferencia Episcopal alemana, de un bendicional para parejas irregulares que el cardenal de Colonia ha rechazado, alegando que va en contra de lo que permite la Iglesia, pero que sus autores han defendido diciendo que cuenta con la aprobación del cardenal Fernández, prefecto de Doctrina de la Fe. Están poniendo al Papa en el aprieto de dar la razón a su ministro encargado de preservar la fidelidad al Dogma o a un cardenal que rechaza lo que éste ha aprobado porque die que es herético. Están exigiéndole, por lo tanto, que se pronuncie a favor del uno o del otro, sin darle tiempo a que madure los nombramientos que debe realizar para rodearse de un equipo que le apoye en la búsqueda de la ansiada unidad. A eso le llamo yo una bomba.

            Esta semana ha estallado otra, diferente, pero también peligrosa. En un artículo firmado por Helder Red, publicado en “Rome Today” y ampliamente difundido, se narra lo que sucedió en el cónclave. El cardenal Prevost, según el autor, que cita como su fuente, sin nombrarle a un cardenal que participó en el cónclave, sería el candidato elegido por el Papa Francisco para sucederle. Dice que éste era consciente de que se había llegado al borde del cisma y que era necesario que le sucediera alguien liberal pero más moderado, alguien que consolidara los avances conseguidos, alguien que tranquilizara a los conservadores y que preparara el camino para el siguiente Papa que, ese ya sí, llevaría la Iglesia a la meta del sinodalismo más radical, de la ordenación femenina o de la legitimación moral de todo tipo de relaciones sexuales. El autor afirma que el candidato de la izquierda liberal era el cardenal Parolín y que, ante la división, tuvo que ser el cardenal Hollerich -al que llama “la criatura de Bergoglio-, el que pidió a la mayoría liberal que se unieran en torno a Prevost, que así salió fácilmente elegido. Dos cardenales que intervinieron en el cónclave me han asegurado, sin dar más detalles que comprometiera su obligación de guardar el secreto pontifico, que esa narración es pura ficción y que tiene un objetivo malévolo. Es fácil ver cuál es ese objetivo: tranquilizar a los liberales, desconcertados con el Papa León, y sembrar la duda entre los conservadores que se han fiado de él y le están dando todo su apoyo. Es otra bomba para el Pontífice, pues siembran la desconfianza hacia él, al presentarle como parte de un supuesto plan trazado por Francisco para llevar a la Iglesia a romper con las enseñanzas de la Palabra de Dios y de la Tradición. Buscan hacerle daño, alejar de él a los conservadores y dificultar al máximo la tarea de lograr la unidad que Cristo le ha pedido que consiga.

            Afortunadamente, el Papa León está siguiendo su camino, tendiendo la mano a unos y a otros, tanto al cardenal Burke -al que felicitó y elogió hace poco-, como al cardenal Maradiaga -al que recibió en audiencia esta semana-. Y, sobre todo, insistiendo en que no debemos mirarle a él, cayendo en una especie de “papolatría”, sino que debemos mirar a Cristo, que es al que todos debemos seguir. Se lo ha dicho a los muchos miles de jóvenes que han acudido para el Jubileo, en el primer encuentro que tuvo con ellos, antes de los actos finales del Jubileo, que tendrán lugar este fin de semana. El entusiasmo mostrado por esos muchachos y su apoyo hacia el Papa ha sido espectacular y se han convertido en un anticipo de lo que debe ser la Iglesia unida, pues entre ellos estaban tanto los que procedían de ambientes conservadores como los que acudían convocados por instituciones o diócesis más liberales. Aplaudían al Papa de un modo que no se había visto desde San Juan Pablo II, y éste respondía señalando a Cristo, como debe ser.

            Una noticia excelente de esta semana ha sido la decisión de incluir a San John Henry Newman, el anglicano converso al catolicismo, en la categoría de doctores de la Iglesia. Es providencial que fuera León XIII quien le nombrara cardenal y que sea León XIV quien le otorgue el título de doctor. Confieso que soy un entusiasta de Newman y que uno de los libros que más me han gustado y enseñado ha sido el que él escribió en su defensa, tras haberse hecho católico: “Apologia pro vita sua”. Es el santo que reivindica la primacía de la conciencia, pero no de una conciencia entregada al subjetivismo y al relativismo, como hoy se la entiende, sino de una conciencia que saber escuchar la voz de Dios escrita en la naturaleza y la voz de ese mismo Dios que habla a través del Magisterio de la Iglesia. Newman consideraba el relativismo como un cáncer que ya estaba provocando la metástasis. Por eso, en el famoso brindis que hizo en el acto en el que reunió a sus amigos para festejar su paso al catolicismo afirmó: “Se dice que al entrar en la Iglesia se nos pide cortarnos la cabeza, dejar de pensar; no es así, sólo se nos pide quitarnos el sombrero”. Y a continuación, levantando su copa dijo: “Por el Papa y por mi conciencia”. No dijo: “Por mi conciencia y por el Papa”, sino que puso en primer lugar la obediencia a la Revelación transmitida durante siglos fielmente por la Iglesia, y luego a la obediencia a la voz de la ley natural que Dios había puesto en su interior, pero que podía ser fácilmente manipulable si no tenía fuera de ella una autoridad que la corrigiera cuando se equivocaba.

            Son muchos los que no han entendido que en estos años he estado haciendo ese mismo brindis. Pero otros muchos sí lo han hecho y por eso me alegra decir que hemos llegado ya en una de nuestras páginas de YouTube al millón doscientos mil suscriptores. Ellos, y se lo agradezco mucho, han entendido que siempre he sido fiel al Papa, como máximo responsable de defender y transmitir íntegro el depósito de la Fe, y que también he sido fiel a mi conciencia, aunque eso me haya supuesto tener que vivir y sobrevivir en medio de las amenazas, los insultos y el miedo. Como Newman, sigo y seguiré brindando por el Papa y por mi conciencia. Pidiendo todos los días, como no he dejado de hacer en ningún momento, por el Pontífice que ha gobernado la Iglesia, fuera cual fuera. Y hoy, de forma especial, por León XIV, para que pueda sortear las bombas que le ponen y pueda culminar la misión de unir a la Iglesia que el Señor le ha confiado.

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