12 de noviembre de 2025.
Desde la publicación, la semana pasada, de la Nota doctrinal “Mater populi fidelis” no se han dejado de producir reacciones contra ese documento, distintas a las que suscitó Fiducia supplicans, menos jerárquicas pero más populares. Han sido muchos los artículos de teólogos que han criticado la nota y han defendido tanto el título de corredentora como el de mediadora de todas las gracias, aplicado a María. Todos ellos coinciden en que no puede quedar ni la más ligera sombra de duda acerca de que Cristo es el único redentor y el único mediador. Nadie pone en duda esto y, si reafirmar esta verdad esencial de nuestra fe era el objetivo de la Nota, ésta fue dirigida contra un enemigo que no existe. Ningún católico que ame a la Santísima Virgen, entre los que me encuentro, niega esto y estoy seguro de que todos aceptamos la subordinación de María a su divino Hijo. Ella no es una diosa, sino la esclava del Señor y esa es su mayor gloria y su mejor título, el que Ella misma se atribuyó.
Por eso, pensando en apaciguar las aguas teológicas revueltas y en ayudar al Papa en su misión de pacificar y unir a la Iglesia, a la par que en tranquilizar al pueblo y hacer justicia a Nuestra Madre, quiero pedir humildemente que el Dicasterio de Doctrina de la Fe emita una aclaración a la Nota. Ya lo hizo con Fiducia supplicans, así que no sería una novedad que lo hiciera ahora. Se podría decir, por ejemplo, que “corredentora” equivale a “colaboradora”, una colaboración tan esencial e imprescindible que, sin ella, el Redentor no habría podido nacer y, por lo tanto, no habría podido llevar a cabo su misión redentora. ¿Es tan difícil entender en este sentido de colaboración singular e imprescindible la corredención? También se podría profundizar en la colaboración con la redención que supuso el sufrimiento de María, al pie de la cruz pero no sólo en ese momento. Sé que son muchos los que afirman que asociar la redención a la cruz de Cristo implica creer en un Dios no misericordioso sino justiciero, que exige una víctima propiciatoria para saciar una sed que sería más de venganza que de justicia. Sin embargo, ¿acaso no es la unión de la redención con la muerte del Señor en la cruz una constante tanto en la Palabra de Dios como en la enseñanza ininterrumpida de la Iglesia? ¿son enemigas la justicia y la misericordia? ¿no necesita la misericordia a la justicia, precisamente para actuar donde ésta termina? Profundizar en la relación entre el sufrimiento del hombre -y en un grado sumo y especial el de María- y la colaboración con la redención, me parece un asunto de la mayor importancia. Así se daría sentido a las inmensas oleadas de dolor que aquejan a cada hombre y a la humanidad entera y ese material, el dolor, no sería una desgracia, sino una oportunidad de colaborar con Cristo que, insisto, es el único redentor. ¿Cómo se puede negar esa colaboración y afirmar, a la vez, que Dios ha querido contar con nosotros para evangelizar, para socorrer al que sufre e incluso para cuidar de la creación? ¿Por qué podemos ser colaboradores en un aspecto y no en el otro?
En cuanto a la mediación, ¿no llevamos siglos hablando de María como mediadora? ¿no hay fiestas litúrgicas dedicadas a honrarla con esa advocación? Se dice que molesta lo de que lo sea “de todas las gracias”, pero ¿podemos nosotros decirle a Dios lo que debe hacer y ponerle límites a su voluntad? ¿Y si Él, en su amor providente, ha querido que fuera su Madre, una mujer, la que mediara entre Él -el único mediador- y los hombres, como mediadora de las gracias que vienen de Él, quiénes somos nosotros para impedírselo?
Seguro que no me hacen caso, pero creo que sería bueno para todos que se publicara una aclaración, insistiendo en que Cristo es el único redentor y mediador, pero que la Santísima Virgen, su Inmaculada Madre, es una colabora esencial, querida por Él de esa manera, en la obra que el Hijo, y con Él el Padre y el Espíritu, llevan a cabo para la salvación de los hombres.
Termino con otro tema, las elecciones en la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Ha sido elegido, de nuevo, un obispo conservador y, aunque su victoria no fue tan aplastante sobre su principal rival como en otras ocasiones, hay que constatar que el segundo en votos y nuevo vicepresidente, también es conservador. Curiosa la intervención del nuncio antes de las votaciones, pidiendo que se fuera fiel al Papa Francisco y asegurando que el Papa León es una especie de “nuevo Francisco”, con otros modos pero con el mismo fondo. Que conste que los que dicen eso son ellos, los supuestos amigos del difunto Pontífice y del nuevo. Luego se quejarán de que digan exactamente lo mismo los que critican a León porque le ven como un continuador de su predecesor. Me parece cuando menos poco elegante -y se ha visto que poco útil- seguir hablando del difunto Pontífice cuando llevamos seis meses con un Papa nuevo. Creo que, para el bien de todos, hay que pasar la página y dejar de comparar a León con unos y con otros para darle la oportunidad de ser él mismo.

