El precio de la unidad en Alemania

12 de diciembre de 2025.

            De nuevo la atención ha girado hacia Alemania. En su regreso a Roma desde Líbano, en la habitual rueda de prensa con los periodistas en el avión, el Papa respondió a una pregunta sobre el camino sinodal alemán. Se mostró esperanzado de que se va a llegar a un acuerdo entre el Vaticano y los reformistas alemanes. “Me imagino -dijo- que habrá algunos ajustes por ambas partes en Alemania, pero confío en que las cosas se resolverán positivamente”. Incluso elogió algunos aspectos del camino sinodal alemán, sin especificar a cuáles se refería y sin ocultar que persisten las diferencias: “Existen grandes similitudes, pero también algunas diferencias significativas entre cómo se ha llevado a cabo el Camino Sinodal en Alemania y cómo podría continuar en la Iglesia universal”. A la vez, dejó claro que ellos pueden adoptar ciertas normas que no sean aceptadas por otros, siguiendo el concepto conocido como “inculturación”: “Por un lado, diría que ciertamente hay margen para el respeto por la inculturación. El hecho de que la sinodalidad se viva en un lugar y de forma diferente en otro no significa que vaya a haber una ruptura o fractura. Creo que es muy importante recordar esto”. También se refirió a los muchos católicos que no se sienten identificados con la línea de los dirigentes -obispos y laicos- de la Iglesia en Alemania: “Al mismo tiempo soy consciente de que muchos católicos en Alemania creen que algunos aspectos del Camino Sinodal celebrado hasta ahora no representan su esperanza en la Iglesia ni su forma de vivirla. Por lo tanto, es necesario un mayor diálogo y escucha dentro de la propia Alemania, para que ninguna voz quede excluida, para que la voz de los más poderosos no silencie ni ahogue las voces de quienes, aunque sean numerosos, carecen de espacio para expresarse y hacer oír su voz y su participación en la Iglesia”.

            Estas palabras del Papa, sobre todo las que hacen referencia a que en Alemania se pueden aprobar ciertas cosas que no tienen que ser imitadas en otros sitios -pero que pueden, naturalmente, ser imitadas- han sembrado la alarma. El cardenal Zen, de Hong Kong, que esta semana ha tenido que ir a los tribunales chinos para defenderse de la acusación de traición a la patria, se ha referido a la cuestión de la sinodalidad, sin citar expresamente a Alemania, y aludiendo a una frase anterior suya: la posibilidad de estar ante un suicidio eclesiástico; para el cardenal chino, existe el riesgo de que el documento de conclusión del Sínodo sea utilizado como base para implementar una fase de ejecución sin unificación doctrinal, permitiendo interpretaciones completamente divergentes de diócesis a diócesis. Zen advierte que adoptar un pluralismo doctrinal como el que describe, conduciría a la Iglesia católica hacia un escenario similar al de la Comunión Anglicana, en la que se ha producido una escisión que ha llevado a separarse al 80% de los anglicanos.

            Más directo ha sido el publicista y cofundar de la iniciativa “Nuevo Comienzo”, Bernhard Meuser, que promueve la fidelidad a la Iglesia en una Alemania cada vez más cato-protestante. Ha asegurado que en Alemania se vive un cisma de facto y que la Iglesia en ese país se encuentra ante la mayor crisis desde la Reforma luterana. Lo que es peor, considera que la situación degenerará si el Papa no interviene drásticamente. Después de afirmar que hay «una multitud de actos cismáticos demostrables (atribuibles a obispos)» en eclesiología y ética sexual”, concluyó que “si Roma renunciara a aceptar un cisma por miedo a las consecuencias políticas o al cese de las contribuciones, la Santa Sede sería parte de las relaciones corruptas».

            Otros asuntos también han protagonizado la actualidad de esta semana. A la salida de Castelgandolfo, preguntado por los periodistas por el motivo que le llevó a rechazar la invitación de rezar en la Mezquita Azul de Estambul, el Papa contestó: “Prefiero rezar en una iglesia católica en presencia del Santísimo Sacramento”. Merece la pena destacar además el mensaje a un grupo de políticos conservadores europeos, en el que les invita a defender las raíces judeocristianas del continente y a defender la “dignidad inherente de toda persona, desde la concepción hasta la muerte natural”. Y, con motivo del centenario del Pontificio Instituto de Arqueología cristiana, ha afirmado que la arqueología muestra cómo el Evangelio ha ido encarnándose en diversas culturas y anima a continuar una verdadera inculturación, fiel a la tradición, sin ruptura con los orígenes.

            Esa es precisamente la gran cuestión, en Alemania y en el resto de la Iglesia: compaginar la inculturación con la tradición, la adaptación a los tiempos con la fidelidad a los orígenes. Aceptar un compromiso de tipo político, en el que cada parte cede un poco, pero en el que esas concesiones implican renunciar a cosas esenciales, pensando en conseguir la paz, sólo serviría para postergar el problema y hacerlo más grande, como ha pasado con los anglicanos. En ese caso, como dice Bernhard Meuser, la Santa Sede se habría convertido en cómplice, por muy buenas intenciones que tuviera. Hace muchos años aprendí que vale más lo menos perfecto en unidad que lo más perfecto en desunidad; lo “menos perfecto”, sí, pero lo imperfecto, no. Se puede y se debe ceder antes que romper, ¿pero hasta dónde se puede ceder? ¿se puede ceder en lo esencial? ¿Es ese el precio a pagar para lograr la unidad de la Iglesia? ¿Debió haber cedido San Atanasio ante Arrio? ¿La Iglesia ante Lutero, Calvino o Enrique VIII?

La unidad no es posible sin la verdad.

Recemos por el Papa.

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