Lutero ha pasado a la historia como el representante de los herejes, el más conocido. Su actuación provocó, sin duda, la mayor ruptura de la Iglesia, pues de ella derivaron otras -calvinismo, anglicanismo…-. Sus errores dogmáticos se centran en la figura del Papa, en la eucaristía, en la interpretación de la Biblia y en la necesidad de las buenas obras. |
Luteranismo: El calvinismo y el luteranismo son los dos sistemas heréticos más importantes que se han mantenido hasta nuestros días, de todos los que nacieron en la llamada “reforma protestante” del siglo XVI en Europa. Del calvinismo ya hablamos en la lección anterior.
Lutero nació en Eislaben (Sajonia, Alemania), en el seno de una modesta familia de mineros. En esa época, Alemania estaba agitada por las consecuencias de una guerra religiosa, la que se libraba contra los herejes hussitas y por la predicación de otros herejes, los anabaptistas. Gracias a una beca dada por una señora piadosa y rica consiguió licenciarse en la Universidad de Erfurt (1505). Ese mismo año, cumpliendo una promesa realizada por la impresión que le produjo un rayo caído junto a él, entró en el convento de los agustinos, donde profesó y fue ordenado sacerdote en 1507. Protegido por el príncipe de Sajonia, accedió muy pronto al puesto de profesor de teología y predicador de la recién fundada Universidad de Wittenberg. Ya en ese momento le obsesionaba la oposición aparente entre la gratuidad de la gracia y la práctica de las obras buenas por parte de los hombres. En 1512 fue nombrado doctor en Teología.
Antes, en 1510-11, había viajado a Roma para intervenir en un conflicto de su Orden, los agustinos. Allí tuvo ocasión de conocer la codicia y corrupción existente en algunos medios eclesiásticos romanos. Regresó a Alemania profundamente indignado. Una de las cosas que más le había escandalizado fue el tráfico de dinero que se producía en torno a las indulgencias. En aquellos años se había desplegado una gran campaña para obtener dondos destinados a la construcción de la actual basílica de San Pedro, cayendo en excesos y deformaciones que escandalizaban a muchos católicos. Al poner el acento en el logro del dinero, se daba la impresión de que lo que interesaba era eso y no la salvación de las almas. Se cometieron incluso errores doctrinales, como, por ejemplo, afirmar que una indulgencia podía salvar a los que habían muerto sin arrepentimiento.
Este problema se mezcló en Alemania con cuestiones económicas y políticas. Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, había obtenido la misión de predicar las indulgencias quedándose con el cincuenta por ciento de los ingresos durante ocho años. Éste, a su vez, nombró para que dirigiera la predicación a un dominico, Juan Tetzel. Tan pronto como llegó Tetzel a Wittenberg se encontró con la oposición de Lutero, que le tildó de ser el “principal traficante” de la redención de los pecados. La querella se envenenó. Lutero insistió en que las indulgencias constituían una burla e insultó a sus adversarios eclesiásticos. El 31 de octubre de 1517 escribió al arzobispo de Maguncia pidiéndole que retirara las instrucciones que había dado sobre la predicación de las indulgencias y, a la vez, le remitía sus 95 tesis contra las mismas. El 9 de noviembre de 1518, el Papa publicó un decreto en el que se rechazaban las tesis luteranas. cardenales y obispos se esforzaron por que Lutero se retractara, sin éxito. Por el contrario, Lutero pasó de las críticas a las indulgencias a las críticas a aspectos fundamentales del dogma.
La influencia política y social no tardó en hacerse notar. Gentes de todas las condiciones sociales, que apenas entendían las sutilezas teológicas, vieron en Lutero al hombre que podía hacer la esperada reforma de la Iglesia y que, de alguna manera, liberaría a Alemania del control político del emperador y espiritual del Papa. Lutero se convirtió en una especie de héroe popular.
La Santa Sede reaccionó con una bula, la Exurge Domine (1520), en la que se condenaban 41 de las proposiciones de Lutero por heréticas y se concedía al agustino un plazo de 60 días para que se retractara, bajo pena de excomunión. Se mandó que se quemaran sus escritos en una hoguera en Wittenberg. Allí acudió Lutero, rodeado se sus seguidores y, en lugar de echar al fuego sus obras, quemó la bula del Papa. Acababa de nacer el luteranismo.
El emperador Carlos -elegido en 1519- reunió entonces a los principes alemanes en Worms (1521) e invitó a Lutero a que compareciera. No quiso retractarse y el 8 de mayo Carlos firmó el Edicto de Worms, por el que se le condenaba al destierro. Lutero se refugió en Wartburg, Sajonia, protegido por el príncipe de ese estado alemán y allí se dedicó, sobre todo, a traducir la Biblia al alemán. De regreso a Wittenberg, contrajo matrimonio con una ex monja cisterciense. Ya antes había criticado duramente el voto de castidad. Su ejemplo cundió, pues fueron muchos los sacerdotes, religiosos y religiosas que abandonaron la Iglesia católica para entrar en las filas protestantes y poder casarse.
No tardó en estallar la guerra, que ensangrentó a Alemania y que fue presentada como una especie de liberación nacional ante las imposiciones de los hombres del sur (Carlos era, a la vez, rey de España y el Papa era italiano). Por eso se impuso fácilmente en el norte de Europa, donde se convirtió en la religión oficial.
En cuanto a sus errores, están presentes en su doctrina sobre todo por exclusión de elementos que son verdad. Esta se puede resumir en los famosos “sólo”: “Sólo Cristo, sólo gracia, sólo la fe, sólo la Escritura”. Un teólogo protestante afirmaba que la diferencia con el catolicismo consistía en que éste añadía la conjunción copulativa “y”. Así, al “sólo gracia” y al “sólo fe”, añaden los católicos que también hacen falta las buenas obras para salvarse; al “sólo la Escritura”, añaden que también hace falta la Tradición -la interpretación de la Escritura dada por la Iglesia desde sus orígenes-. Lutero admite sólo tres sacramentos: bautismo, penitencia y eucaristía. Rechazaban la confesión y pensaban que la penitencia se conseguía por el arrepentimiento y las buenas obras. En cuanto a la eucaristía, creían en la presencia espiritual de Jesucristo pero de forma que la partícula consagrada seguía siendo pan; además, Cristo desaparecía de la forma consagrada una vez que terminaba la misa y por eso no había que guardar las formas consagradas sobrantes, pues en ellas ya no estaba el Señor. Como rechazo, precisamente, a esta doctrina luterana tuvo gran difusión la procesión del Corpus y la adoración del Santísimo fuera de la misa.
El hecho de que el matrimonio no fuera considerado sacramento le permitió acceder al divorcio. Los sacerdotes podían casarse y se abolieron los votos religiosos. Prohibió la invocación a los santos, por entender que esta práctica menguaba la mediación de Cristo. También prohibió rezar por la salvación de los difuntos. Rechaza la autoridad del Papa.
Tras la muerte de Lutero, su doctrina se ha ido modificando. Así, por ejemplo, ya no se identifica al Papa con el “anticristo” e incluso se han llegado a acuerdos con la Iglesia católica sobre la cuestión de la justificación. Ambas Iglesias aceptan que es la sangre redentora de Cristo la que nos salva, pero que son necesarias las buenas obras para que esa salvación produzca sus efectos en cada hombre. El diálogo ecuménico es intenso con ellos.
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