Las herejías sobre Cristo (IV)

La herejía de los cátaros es una de las más noveladas. Quizá por eso muchos la mitifican, sin saber muy bien cuáles eran sus errores. Afortunadamente, hoy está desaparecida. En cambio, tiene pleno vigor la de los coptos de Egipto -que niegan que Cristo ten ga dos naturalezas-, una de las antiguas Iglesias con las que hay un intenso diálogo ecuménico.

Cátaros: La herejía de los cátaros, aunque tuvo su apogeo en la Edad Media, tiene orígenes anteriores. Sus raíces se remontan a Manes, el fundador del Maniqueísmo, que en el siglo III puso en marcha su nueva religión basada en la fe en dos dioses o principios supremos, igualmente fuertes, uno bueno y otro malo. Este dualismo típicamente maniqueo, es recogido por los cátaros en el medievo. La relación entre ambos se llevó a cabo a través de otra secta u herejía, la de los bogomilas, que desde Constantinopla se trasladaron a Bulgaria y de allí al sur de Francia, sur de Alemania y norte de Italia. El nombre de cátaros se los dieron ellos a sí mismos y significa “puros”.

Había dos grupos fundamentales entre ellos: los “perfectos”, que se comprometían a predicar la doctrina incansablemente, y los fieles normales, que no practicaban del mismo modo las prescripciones morales y que se sentían legitimados para pecar porque no pertencían al grupo de los “perfectos”.

La doctrina cátara postula la existencia de los dos principios maniqueos del Bien y del Mal, que son igualmente la Luz y las Tinieblas, el Espíritu y la Materia. Junto a estos dos principios hay otros dos, el Todo y la Nada, que en realidad son dos aspectos de un único principio, en permanente lucha entre sí debido al deseo de la Nada de llegar a ser “algo”; de esta lucha nacen un número ilimitado de seres eternos, hijos del principio Dios. A la cabeza de esa multitud de hijos de Dios están el Espíritu Santo y Jesucristo. Ellos, según los cátaros, no son Dios, sino que están a las órdenes de Dios y bajo Él. Son más importanes que los hombres, pero no poseen la divinidad absoluta. Vendrían a ser una especie de dioses menores o secundarios. Los cátaros consideraban, además, que el mundo visible y sensible no era más que una negación del mundo espiritual. Por eso aconsejaban evadirse de tal ilusión, que calificaban de demoníaca. Sólo esa evasión del mundo era el camino hacia la verdad y la luz. Mientras que algunos cátaros consideraban el mundo como algo creado por Dios pero que luego se había pervertido, otros lo consideraban directamente fruto de Satanás, el espíritu del mal. No creían ni en el purgatorio ni en el infierno. creían en la transmigración de las almas y que la redención se realizaba mediante la metempsícosis. Rechazaban el Antiguo Testamento, porque al narrar la creación del mundo consideraban que estaba narrando la obra llevada a cabo por Satanás. También consideraban que las Tablas de la Ley fueron entregadas por Satanás a Moisés. Jesús, como se ha dicho, no era Dios, sino un semi-dios, superior al hombre pero inferior a Dios. Era un hijo adoptivo de Dios, que merecía, por ello, la veneración de los hombres pero no su adoración.

En el plano litúrgico practicaban la “endura” o ayuno riguroso, y el “consolamentum”, con la recitación del “Padre nuestro”. Una vez que habían recibido el “consolamentum” podían practicar la “endura”, que venía a ser un ayuno prolongado que conducía a la muerte, una especie de suicidio por huelga de hambre, que practicaban como modo de escapar de este mundo demoníaco. Otros, que también deseaban morir para liberarse de las ataduras del mundo, pero que no podían resistir el largo ayuno, recurrían al veneno, a tragar vidrio machacado, a abrirse las venas o a tirarse al vacío. Se produjeron casos -como en Montségur, Francia- de suicidios colectivos arrojándose a las llamas.

Los “perfectos” ingresaban en ese nivel al recibir el “consolamentum” y desde entonces estaban obligados a llevar una vida austera y honesta. No eran ladrones, ni borrchos, ni libertinos. Tenían prohibido jurar. Se abstenían de comer carne y de tener relaciones sexuales, puesto que la procreación era un medio de perpetuar la especie y, por ello, de prolongar la prisión del alma en el cuerpo físico. Tampoco podían matar a nadie, pero durante las luchas medievales recibieron un permiso especial que les liberaba de esa prohibición. En cambio, los fieles normales, aunque admiraban a los “perfectos” y en teoría debían aspirar a llegar a ese estado, podían llevar una vida de pecado sin remordimiento de conciencia. Aquí hay una diferencia esencial con el catolicismo, en el cual las leyes morales obligan a todos sin excepción.

En Francia se mantienen algunas comunidades cátaras y los estudiosos de la masonería afirman que ésta tiene una relación directa con aquella herejía.

Coptos: La Iglesia copta es muy antigua y está radicada en Egipto, aunque por la emigración hoy haya coptos presentes en otros países. La Iglesia de Egipto fue fundada por San Marcos y tuvo extraordinarios santos y teólogos. Sin embargo, a partir del Concilio de Calcedonia (451), un sector de esa Iglesia se separó del resto de los cristianos porque se negó a aceptar las conclusiones del Concilio sobre la doble naturaleza de Cristo -humana y divina, unidos en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios-. A esta herejía se le llama “monofisita”, pues confiesa que en Jesús hubo una sola naturaleza, humana y divina a la vez. Observan los siete sacramentos, ayunan con frecuencia y mantienen ciertas prohibiciones sobre determinados alimentos: no comen cerdo ni animales estrangulados, como hacían los judíos. Los niños son circuncidados a las siete años y, también como los judíos, no permiten esculturas o estatuas en sus templos, aunque sí pinturas. tienen la obligación de rezar siete veces al día.
Tienen un patriarca supremo, que reside en El Cairo, y que se considera el sucesor del antiguo patriarca de Alejandría. Los sacerdotes, como en general sucede en el clero oriental, pueden estar casados, pero siempre que se casen antes de ordenarse y, entre los coptos, es obligatorio que la esposa de un sacerdote llegue virgen al matrimonio. Abundan las órdenes monásticas, con antiguos monasterios, en el desierto de Egipto, de entre cuyos miembros se eligen a los obispos. En la actualidad son trece millones los coptos que viven en Egipto y, aunque están mejor que antaño, siguen siendo habitualmente molestados por los musulmanes, con casos esporádicos de asesinatos e incendios de templos. Con la Iglesia copta hay un intenso diálogo ecuménico, pues el problema del monifisismo parecería que podría ser interpretado por ellos en la actualidad de una manera muy próxima a la doctrina católica que nos habla de la naturaleza humana y de la naturaleza divina de Cristo, unidas en una única persona. Esta doctrina es la que justifica la afirmación de que Cristo era verdadero Dios y verdadero hombre y sin ella no se podría sostener esa parte fundamental de nuestra fe, asumida, por otra parte, por la práctica totalidad de las Iglesias cristianas.

Cuando los coptos monofisitas se separaron del resto de la Iglesia (siglo V como se ha dicho), otros muchos cristianos egipcios no lo hicieron. Esta otra Iglesia se ha mantenido unida a la católica y tiene también un patriarcado en Egipto, radicado en su sede originaria de Alejandría.