Las herejías sobre Cristo (V)

Los cuáqueros son famosos más que por su número por las películas que se han hecho sobre ellos. Es otra de las herejías que tienen su origen en la separación que dividió la Iglesia en el siglo XVI. Otros problemas más recientes y más graves son los relacionados con el deísmo y con el eclecticismo o sincretismo. En estos dos errores militan, quizá sin saberlo, muchos católicos.

Cuáqueros: Inglaterra, tras la ruptura con la Iglesia católica provocada por el rey Enrique VIII (siglo XVI), se convirtió en un refugio de todos los que tenían problemas religiosos en el continente europeo, mientras que allí los que eran perseguidos sin piedad eran los católicos. De hecho, todas las confesiones gozaban de libertad, excepto la católica.
En estas circunstancias apareció, hacia 1645, el movimiento “cuáquero”. Su fundador, Georges Fox, era un hombre de escasa formación que buscaba retornar a la simplicidad de la primitiva Iglesia. Había sido pastor y aprendiz de zapatero, antes de convertirse en un vagabundo en busca de una verdad religiosa de tipo espiritual, la “luz interior” como después la denominaría. Logró tener seguidores, que se rebelaban contra anglicanos y calvinistas, y fueron formándose grupos que al principio se llamaron “Hijos de la Luz” y desde 1652 “amigos de la Verdad” o, simplemente, “amigos”. El nombre de la “Sociedad de Amigos” apareció por primera vez hacia 1665. El de “cuáqueros” (que significa “temblones”), fue adoptado con ocasión de que el juez Bennet, de Derby, con motivo de un proceso contra Fox, llamó a éste con tal nombre en tono de burla, cuando el acusado se encaró con él y le dijo “Tiembla (cuake), oh juez, ante la palabra de Dios”. Los “Amigos” tuvieron a gala utilizar ese nombre en lo sucesivo.
Fox se limitó a redactar un diario y fueron sus compañeros William Penn y Robert Barclay quienes proporcionaron al movimiento un contenido teológico. Penn logró difundir la nueva secta en América del Norte donde invirtió su enorme fortuna personal para fundar el Estado de Pennsilvania y la ciudad de Philadelphia (1681).
Rechazan toda jerarquía religiosa y minimizan las ceremonias culturales. En sus reuniones no utilizan altar, ni estrado, ni música; no hay sacerdotes ni nadie que ostente la presidencia, sino que cualquiera que se sienta inspirado por el Espíritu puede hacer uso de la palabra, aunque también puede ocurrir que la sesión transcurra en absoluto silencio. Su única jerarquía es la de los “ancianos” y los “celadores”, encargados de las tareas espirituales y administrativas. Hay un Comité Mundial Consultivo con sede en Londres. Son muy pocos, apenas unos 200.000. La convicción fundamental de los cuáqueros es que hay una Luz interior que ilumina a todo hombre. Esa Luz interior tiene aún más autoridad que la Biblia. Rechazan todos los sacramentos por considerarlos inútiles. Se abstienen de jurar y prestar juramento, así como de participar en el servicio militar. Aunque no rechazan ni la divinidad ni la humanidad de Cristo, supeditan todo su mensaje, tal y como está contenido en los Evangelios, a la interpretación individual manifestada por la “Luz interior”. Es un subjetivismo pleno, que hace que el individuo se ponga por encima del propio Dios para decidir por sí mismo dónde está la verdad y dónde está el bien.
Deísmo: El deísmo es una herejía que se limita a reconocer la existencia de Dios, como origen de todo lo que existe, pero que rechaza no sólo seguir investigando sobre la naturaleza divina, sino incluso toda relación posible con la divinidad, a la que consideran totalmente desinteresada de la suerte de los hombres. Es la religión de la naturaleza y de la razón, la religión de los masones y de los agnósticos. Todos ellos confiesan creer en un Dios abstracto, un “algo” que debe existir porque así lo intuyen, pero que no tienen nada que ver con su vida real.
Históricamente, el deísmo representa un movimiento intelectual que fue muy influyente en Inglaterra y luego en Francia durante los siglos XVII y XVIII. Se enfrentaban y atacaban a los que creían en una religión revelada por el propio Dios (judíos, cristianos y musulmanes). Negaban la autoridad divina de la Escritura, rechazaban la doctrina de la misión redentora de Jesucristo -que para ellos no había sido más que un hombre notable- y algunos negaban también la inmortalidad del alma. Dios es un ser desinteresado del mundo, en cuyos asuntos no intervenía. Por eso había que abandonar todo culto y toda oración, aunque algunos, como Rousseau, sí defendían un cierto tipo de relación con Dios pero nunca para pedir, pues Dios no está interesado en ayudar a los hombres. Además de Rousseau, otros filósofos célebres fueron deístas: Voltaire, Hume, Gibbon. Y no sólo ellos: Robespierre, en su persecución contra la Iglesia -hizo entronizar en Notre Dame de París una estatua de la “diosa Razón”- propugnaba el culto al Ser Supremo y una moral natural basada sólo en la razón.
Eclecticismo: El eclecticismo es un movimiento filosófico que admite todos los sistemas sin aceptar ninguno de ellos por completo. También se le puede identificar con el sincretismo. Se le considera el punto de partida del pensamiento protestante y del libre examen, que rechaza la religión revelada.
El sincretismo o eclecticismo está hoy muy extendido, debido sobre todo a que la globalización cultural y el desplazamiento de millones de personas debido a las migraciones, han puesto en contacto religiones diversas, hasta no hace mucho desconocidas por la mayoría excepto por sus seguidores. Ante este hecho, es frecuente ver a personas que dicen creer en el Dios cristiano y que están bautizadas, pero que a la vez aceptan elementos de otras religiones, como la reencarnación, mientras que rechazan aspectos fundamentales de la suya propia.
Lentamente se ha ido produciendo un desplazamiento de las masas hacia este tipo de religión. Debido a que la mayoría de la gente tiene un cierto sentimiento religioso y que no es capaz de vivir sin una relación con la divinidad -como propugnan los agnósticos y deístas-, buscan algún tipo de religión en la que puedan satisfacer ese sentimiento sin que les suponga un esfuerzo moral. Cogiendo de aquí y de allá lo que en cada momento les conviene, o simplemente limitándose a aceptar la moda imperante, se crean su propia religión, su propio Dios, su propia moral y sus propios dogmas. Aunque el núcleo principal de su fe siga siendo el de la religión de origen, cada vez tienen más elementos importados de otras, que a su vez han expulsado a los de la propia por ser incómodos o exigentes. El Papa Benedicto XVI, cuando era prefecto de Doctrina de la Fe, calificó esta religión como la del supermercado, donde cada uno va por la vida con un carrito de la compra y en él pone o deja de poner lo que le apetece, lo que le conviene. No cabe duda de que esta es la religión que practica la inmensa mayoría de los cristianos -incluidos los católicos- en todo el mundo.

Hay otro tipo de eclecticismo o sincretismo, y es el que practican personas que han tenido que ocultar sus verdaderas creencias por estar perseguidas y las han camuflado con las formas de otras. Es el caso de las religiones africanas llevadas a América por los esclavos negros. La santería de Cuba es un buen ejemplo de este tipo de mezcla religiosa, con formas católicas y alma pagana.