El bien posible o perderlo todo

26 de abril de 2024.

            Hace tres años se publicó en Canadá una noticia que conmocionó a ese país y que golpeó duramente a la Iglesia. Según decían, se habían detectado más de doscientos enterramientos clandestinos, usando un georradar, en el entorno de una escuela para niños indígenas, propiedad del Gobierno, pero regentada por religiosos católicos; esos enterramientos serían de niños que habían sido torturados y abusados sexualmente. La noticia dio la vuelta al mundo y los obispos canadienses y hasta el mismo Papa pidieron perdón por las supuestas crueldades que aquellos malvados religiosos habían cometido. Los medios de comunicación y el Gobierno canadiense, abortista y en muchos aspectos anticlerical, se ensañaron con la Iglesia y, como consecuencia, varios templos fueron incendiados, dejando a la Iglesia sin autoridad moral para oponerse a las leyes anti vida del Gobierno. Pues bien, ahora se ha publicado un informe que demuestra que todo era falso. Se excavaron con detenimiento los alrededores de la escuela y no se encontró ni un solo resto humano. Todo fue un montaje. Todo fue una calumnia.

            Esta semana, el Gobierno socialista-comunista de España ha anunciado que va a indemnizar a las víctimas de abusos sexuales de la Iglesia, que él cifra en 400.000, y cuyos casos hayan prescrito, por lo cual ni pueden ser juzgados ni pueden ser indemnizados. La Conferencia Episcopal ha protestado, denunciando la medida como un intento burdo de ataque a la Iglesia, primero porque la cifra es falsa, segundo porque al no poder ser admitidos a juicio por haber prescrito no se puede averiguar si son verdaderos los abusos y, tercero, porque el Gobierno no va a hacer lo mismo con el resto de los menores abusados -incluidos los que han sufrido ese abuso en centros tutelados por ese mismo Gobierno-, a pesar de que las víctimas de personas ligadas a la Iglesia representan sólo el 0,2% del total.

            En el lado opuesto de estas dos políticas claramente antieclesiales, se ha producido esta semana una gran noticia: el Senado italiano ha aprobado que las asociaciones provida puedan estar presentes en los centros que asesoran a las mujeres que están dudando sobre si abortar o no. El Gobierno italiano, que ha promovido la ley y que está respaldado por la mayoría en el Parlamento, es conservador y sus rivales políticos no dudan en tacharle de fascista.

            Tres ejemplos que nos deben ayudar a tener un criterio como católicos a la hora de intervenir con nuestro voto en la vida política del propio país. ¿Es perfecto el Gobierno italiano, son moralmente aceptables todas sus iniciativas políticas? Decididamente, no. ¿No hay nada moralmente bueno en el Gobierno de Pedro Sánchez en España o en el del primer ministro canadiense, Justin Trudeau? Decididamente, no. Ni en el Gobierno italiano todo es bueno, ni en el Gobierno español o en el canadiense todo es malo. ¿Qué hay que hacer entonces? ¿Qué debería hacer un votante católico en esos países, o en Estados Unidos, o en México, o en cualquier otro lugar? La respuesta que yo mismo he dado en otras ocasiones es la de votar el mal menor, equivalente a la decisión de un cirujano de amputar una pierna para evitar que se extienda la cangrena por todo el cuerpo. Pero a muchos, con razón, lo del mal menor les resulta inaceptable y habría que formularlo de otra manera. Hay que votar por el bien posible, siempre y cuando no hacerlo se convierta en una forma de apoyar el mal mayor. “Fijarse en las exigencias éticas descuidando la viabilidad política suele tener como consecuencia el perderlo todo”, dice el doctor en Filosofía Rodrigo Guerra, un especialista en el tema. Así lo reconoció San Juan Pablo II cuando declaró que todos los políticos que apoyaran leyes abortistas quedaban excomulgados, excepto si esas leyes implicaban una reducción de la permisividad del aborto; un político católico podía apoyar una ley abortista menos permisiva si con ello lograba que no se aprobara una ley más permisiva, con la condición de que siguiera luchando para aprobar leyes cada vez más restrictivas en el futuro.

            Hay que buscar el bien posible y defender los principios innegociables sin rendirse, pero sabiendo que hay que ir dando pasos en ese sentido y que, si no se consigue todo de una vez, al menos es importante lograr algo, aunque parezca poco o se esté muy lejos aún de lo que se quiere conseguir. La historia demuestra que el que rechaza perseguir el bien posible en aras del bien absoluto, se convierte, conscientemente o no, en un aliado del que busca el mal mayor, que le utiliza para dividir a sus rivales y terminar venciendo. Cuando la situación en un país es muy grave, hay que buscar la unidad entre los que, sin coincidir en todo, al menos están de acuerdo en rechazar el mal mayor; sería un error gravísimo si, por culpa de uno o de ambos, esa unidad no se lograra, pero si no se consigue, y me refiero especialmente a países como Estados Unidos o México, que están en pleno proceso electoral ¿hay que apoyar al que puede conseguir el bien posible o perderlo todo? No hay que olvidar que, sobre todo en política, muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno.