Fundamento de la Moral católica

Uno de los problemas de la moral laica, la moral civil, es el de su fundamentación. ¿En qué se basa? ¿Es válida para todos? ¿Es válida siempre para la misma persona?. En cambio, la moral católica puede hablar con claridad y firmeza de su fundamentación, que está basada en la concepción que tenemos del hombre -creado por Dios- y en la fe y en el seguimiento de Cristo.

La crisis de la Ética racional, los ataques a la misma poniendo en duda la posibilidad y aún la necesidad de su existencia, argumentando que no cabe una ética racional común y válida para todos los hombres y que ésta es innecesaria pues cada hombre debe tener la suya, si es que quiere tener alguna, llevaron a los teólogos moralistas a preguntarse por la fundamentación de la propia ética, es decir, aquella que tiene su origen en la revelación: la moral católica.
En la “era de las sospechas”, de la que aún no hemos salido, se llegó a cuestionar la legitimidad de una moral específicamente cristiana, así como si existen o no normas evangélicas universales para todos los creyentes, y se suscitaron otras dudas como la negación de actos intrínsecamente malos, y aun que el hombre sea capaz de separarse de Dios por el pecado.
Respuestas

Necesitada, por lo tanto, de justificar la propia existencia, la Teología Moral buscó respuestas y éstas aparecieron por doquier y con tonos diversos. Häring justificó la existencia de la Moral católica en la necesidad que tiene el hombre de vivir de acuerdo a unas leyes morales. Böckle dijo que el origen de la Moral está en Dios, pues sólo Dios explica la libertad y la responsabilidad del hombre. López Azpitarte se aproxima a Häring y cree que el mensaje moral cristiano es la respuesta más adecuada a la necesidad radical del hombre de hacer el bien. Ziegler considera que su origen está en Cristo, que es quien impone a sus seguidores una determinada línea de conducta. Todos ellos, y muchos otros, aciertan y se complementan. Resumiendo sus aportaciones, podríamos decir que el fundamento de la moral cristiana tiene los siguientes puntos:

1.- El que el hombre esté hecho a imagen y semejanza de Dios y, en consecuencia, sea inteligente y libre, demanda un tipo de comportamiento que respete lo que realmente es y que sea coherente con la semejanza divina que posee. El hombre no es un simple animal guiado por el instinto espontáneo.
2.- El segundo fundamento de la moral cristiana está en los mandatos explícitos de Dios. La condición de ser creado, hace que la autonomía del hombre no sea radical: el hombre es un ser esencialmente religado a Dios en su ser y en su destino. Por consiguiente, Dios puede imponer al hombre un tipo determinado de conducta. Eso se refleja en el lenguaje del Génesis, donde la amplia libertad del hombre (puede comer de todos los árboles del jardín), queda limitada, pues dios le prohíbe comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por ello, quien determina lo que el hombre debe hacer (lo que es bueno y lo que es malo para el hombre) es sólo Dios, que lo ha creado con una naturaleza original, semejante a Él.
3.- La encarnación del Verbo es el tercer punto que fundamenta la moral cristiana. La redención eleva la condición del hombre, y el cristiano, de una forma misteriosa -sacramental-, mediante el Bautismo se configura con la misma persona de Jesucristo y es elevado a la categoría de hijo adoptivo de Dios. Como consecuencia, su actuar debe reflejar la vida de Jesús, pues lleva el nombre de “cristiano”, que significa “seguidor de Cristo”. La moral cristiana, por lo tanto, es la pauta a seguir para ser fiel al seguimiento de Cristo, al “ser Cristo”.
Los mandamientos de Cristo
4.- El modelo de vida inaugurado por Jesús y sus mandamientos. Como continuación de lo anterior y explicitación de lo mismo, está el hecho de que la identificación con Cristo pasa por el cumplimiento de unos mandamientos establecidos por Cristo. Estos mandamientos constituyen unas instancia positivas que orientan al hombre hacia la ruta moral por la que debe conducir su vida. Es decir, para lograr imitar a Cristo, el propio Cristo nos ha dejado algunas pistas: su ejemplo y sus mandamientos, resumidos -uno y otros- en el concepto “amor” entendido a la manera cristiana, entendido desde la luz irradiada desde la Cruz.
5.- No podemos olvidar otro elemento fundamental de la moral cristiana, que es la Iglesia visible. Porque el cristiano no es alguien llamado a seguir al Señor Jesús a solas, como si cada uno fuera un ser único que no comparte con nadie más esa misma fe. La vocación cristiana -la llamada a ser cristiano- pasa por la comunidad, por la Iglesia. No se puede ser cristiano fuera de la Iglesia. El cristiano debe vivir su fe con otros que también han sido llamados a la misma vida, por lo cual no cabe el individualismo. esto tiene una doble consecuencia moral; por un lado está el deber del amor hacia los miembros de la comunidad y, como enseña Cristo, también hacia aquellos que no pertenecen a la misma; por otra parte, al vivir la fe en comunidad tendrá que aceptar las normas de esa comunidad, incluidas las normas morales. Resulta imposible de entender una disfunción de la moral según la geografía, la clase social o el partido político. No puede aceptarse que en algunos sitios sea válido para un cristiano la poligamia -África por ejemplo- y en otros no. Lo mismo cabría decir del aborto, de la eutanasia, del rechazo a la violencia, de la defensa de los derechos humanos y de todos los demás aspectos que hacen de la moral cristiana un todo que debe ser aceptado o rechazado íntegramente y en todos los sitios por igual.
6.- La conciencia y el sentido de la verdadera libertad. A todo bautizado se le presenta la ocasión de claudicar en el ejercicio de la libertad y de equivocarse en la atención a su conciencia. Pero esto no le impide recomenzar el camino, pues tiene la experiencia de que nunca es más libre que cuando es fiel a sí mismo y está convencido de que la moral cristiana no limita su libertad, sino que la perfecciona.
Fundamento coherente
Con estos parámetros queda perfectamente configurada la fundamentación de la moral cristiana y, podríamos añadir para especificar más, de la moral católica. Si los que profesan una ética civil experimentan hoy el acoso de aquellos que niegan la existencia de una ética común e incluso de una ética fija para cada persona a lo largo de su vida, ese problema no afecta a los católicos, o al menos no debería afectarles.

Para un cristiano, por el hecho de haber elegido libremente profesar la fe en la humanidad y divinidad de Cristo, por el hecho de aceptar que la salvación nos viene de Él y sólo de Él, y por el hecho de haber comprendido que el seguimiento del Maestro sólo se puede hacer en la Iglesia, ya tiene asumidas unas reglas morales que acepta como parte inherente a la fe profesada. La coherencia estará, pues, en respetar esas leyes y no en intentar cambiarlas para adaptarlas a las conveniencias personales o al espíritu del mundo y de la época. Sólo se puede vivir como cristiano de una manera.