La influencia de Jeremías ha sido notable, tanto en el Nuevo Testamento como en los Padres de la Iglesia y la Liturgia. Precisamente, el concepto de “nuevo” aplicado a la Alianza que Jesús establece con los hombres, procede de Jeremías. También han sido muy utilizados los sufrimientos del profeta como prefiguración de los sufrimientos de Cristo.
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El Nuevo Testamento rara vez cita a Jeremías. Sin embargo, esas pocas referencias son muy conocidas y citadas. De hecho, “nueva alianza”, la expresión de la que se tomó “Nuevo Testamento”, está tomada de Jr 31,31.
Pablo se apoya en Jeremías en 1 Cor 11, 25; 2 Cor 3, 4-5 y Gal 1, 15. Mientras que las narraciones más primitivas de la institución de la eucaristía identificaban la copa de vino con la alianza, Pablo, claramente inspirado por Jeremías, es el primer testigo escrito que añade el calificativo “nueva”. Jeremías, que acuñó la expresión, la utiliza para anunciar una nueva relación con Yahvé que asegurará la existencia continuada del pueblo judío. Pablo, en 1 Cor 11, 25 (“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”) utiliza la expresión para dar a entender que la muerte de Jesús cumplía la expectativa escatológica de una nueva comunión entre Dios y el pueblo. Haciéndose eco de las palabras de Jeremías, Pablo explicita lo que sólo estaba implícito en la tradición que él había recibido: que la sangre de Cristo ratificaba una nueva alianza para reemplazar a la del Sinaí. En 2 Cor 3, 5-6, la expresión “nueva alianza” aparece en otro contexto. Esta vez Pablo asume la noción que Jeremías tiene de la nueva alianza, en cuanto escrita en el corazón y no en piedra, para explicar su ministerio de proclamación del evangelio.
En 1 Cor 1, 31 y 2 Cor 10, 17, Pablo insiste en que las personas están llamadas a ser miembros de la nueva alianza, no por su sabiduría o poder, sino por el poder salvador de Cristo. Crea un vínculo entre la vida en Cristo y la vida según la alianza del Sinaí. Finalmente, considerándose en continuidad con los profetas, Pablo describe su vocación en Gal 1, 15 con palabras tomadas de Jr 1, 5.
La carta a los Hebreos también recibe la influencia de Jeremías. En Heb 8, 8-12 cita íntegramente a Jr 31, 31-34. En su comparación del antiguo sacerdocio (levítico) y el sacerdocio establecido en Jesús, el autor de Hebreos repite la noción de Jeremías de las dos alianzas: la vieja, escrita en tablas de piedra y que conducía al pecado; la nueva, escrita en los corazones y portadora de perdón para el pecado. Mientras que para Jeremías la nueva alianza se tenía que establecer en Israel, para Hebreos ésta se cumple en la muerte de Jesús, que, más que un único acto de sacrificio, es la consumación de toda la obra de Dios.
Mateo es el único evangelista que menciona explícitamente a Jeremías. En raquel que llora por sus hijos, que “ya no existen” porque se encuentran en el exilio (Jr 31, 15), encuentra prefigurada la matanza de los inocentes a manos de Herodes (Mt 2, 17-18). Según Mt 16, 14, Jeremías se puede comparar con Juan el Bautista y con Elías en cuanto profeta cuyo regreso prepararía el camino al mesías. La razón para incluirlo junto a estos otros dos personajes es difícil de percibir, aunque puede deberse a que Jesús, como Jeremías, fue rechazado por muchos. Mt 27, 9-10 considera que la compra del campo del alfarero con la plata conseguida con la traición sufrida por Jesús cumple una profecía jeremiana. Según los tres sinópticos (mt 21, 13; Mc 11, 17; Lc 19, 46) Jesús justifica la purificación del templo citando Jr 7, 11 (“¿Acaso tomáis este templo consagrado a mi nombre por una cueva de ladrones?”) e Is 56, 7 (“Mi casa será casa de oración”). Los evangelistas pueden haber pensado que Jesús, como Jeremías, proclamó estas palabras contra un pueblo que se engañaba a sí mismo al pensar que un sacrificio y un culto correctos garantizarían su seguridad aun cuando no viviera la alianza en su vida diaria.
Puesto que Jeremías se ocupa de los falsos profetas más que los otros libros del Antiguo Testamento, no es de extrañar que los evangelios hayan encontrado allí su inspiración en lo tocante a este tema. En Lc 6, 23.26 Jesús recuerda el hecho, manifiesto en la vida de Jeremías, de que los verdaderos profetas fueron difamados por la gente de su generación, mientras que los falsos profetas fueron aceptados. Así mismo, en Mt 7, 22 Jesús anuncia que quienes profetizaron falsamente en nombre de Dios (tema propio de Jeremías) no tendrán acceso al reino.
Estas citas y alusiones neotestamentarias testimonian el hecho de que Jeremías formaba parte de una tradición constante que configuraba el material existente para responder a la situación contemporánea.
Sin nos fijamos ahora en la influencia que Jeremías ejerció en los Padres de la Iglesia, vemos cómo ésta aparece muy pronto. Así, en su “Diálogo con Trifón el judío”, San Justino cita a Jeremías como parte de su argumento destinado a convencer a Trifón de la verdad del cristianismo. Al plantear la pregunta “¿Y han predicho también esas mismas escrituras que Dios había anunciado una nueva alianza, distinta de la que hizo en el monte Orbe?”, supone que la nueva alianza de Jeremías sólo se lleva a cumplimiento en Cristo.
Para Orígenes (muerto hacia el 254), la vida de Jeremías prefiguraba la de Cristo. En su “Homilía I sobre Jeremías” aclara Jr 1, 4-10 diciendo: “Estas palabras, si se refieren al Salvador, no plantean ningún problema para el exegeta, pues Jeremías es aquí figura del Salvador”. En su homilía X aplica a Jesús Jr 11, 19-23, donde los hombres de Anatot intentan matar al profeta. En la homilía XIV, vincula a Jeremías y a Jesús en el sufrimiento. Orígenes medita sobre Jr 15, 10-16: un lamento dirigido a Dios en el que se expresa la aflicción del profeta.
En cuanto a la utilización de Jeremías en la liturgia, las lecturas tomadas de este profeta consideran que su obra profética prefigura dos aspectos del Mesías: su sufrimiento y la plenitud de vida que trae. El sufrimiento de Jeremías mira hacia el futuro, al sufrimiento de Jesús, que afrontará la muerte por su fidelidad al Padre. Una prolongación de la misma idea es que la aflicción del profeta al ser separado de la comunidad y rechazado por su propio pueblo anticipa la experiencia de Jesús. Pero la novedad predicada por Jeremías también era una parte esencial de su mensaje. La comunidad cristiana entendió que la muerte y resurrección de Jesús inauguraba la nueva creación y establecía la nueva alianza anunciada por Jeremías.
Todos los años se lee los domingos una pequeña parte, al menos, de Jeremías, tanto durante el tiempo ordinario como durante los tiempos especiales. Tres de las lecturas de Jeremías escuchadas en los domingos del tiempo ordinario destacan el sufrimiento del profeta como prefiguración del rechazo de Jesús y el sufrimiento que sobrevendrá a los seguidores de Cristo. El sufrimiento de Jeremías también ofrece aliento para seguir a Dios sean cuales sean las consecuencias. Dos de las lecturas de Jeremías ponen la mirada en un tiempo en el que la vida será renovada y la justicia será lo normal para todos. Al curar al ciego Bartimeo, Jesús indica que la plenitud de vida que Jeremías ofrecía como esperanza para el futuro ha llegado. Además, la promesa de Jeremías de un buen pastor que guiaría al pueblo con justicia se cumple en la persona de Jesús.
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