El libro del Génesis (I)

Tras haber estudiado una introducción general a la Biblia, en el fascículo anterior de esta colección, es hora de introducirnos en ella libro a libro, desde el Antiguo al Nuevo Testamento. Comenzamos por el principio, el libro del Génesis, y, dentro de él, por el primer bloque de capítulos, los que van del 1 al 11, en los que se nos narra la creación, el pecado original y la confusión de Babel.

Se conoce con el nombre de “prehistoria bíblica” al conjunto de relatos incluidos en los once primeros capítulos del Génesis. En ellos se consigna cuanto ocurrió desde que Dios creó el mundo hasta que entra en escena Abraham.
Conviene saber, ante todo, a la luz de lo que ya hemos estudiado anteriormente en los numerosos capítulos de introducción a la Biblia, que esta parte del Antiguo Testamento no fue escrita en la época a que se refieren los hechos que narran. Es decir, no se escribe el relato de la creación o lo sucedido a Adán, Eva, Caín y Abel en el momento en que estaban ocurriendo las cosas contadas. Se trata de una historia de los orígenes escrita con mucha posterioridad. Incluso se puede afirmar que estos capítulos del Génesis no son los primeros textos del Antiguo Testamento en ser puestos por escrito, aunque ahora los leamos al comienzo de todo debido a que se refieren a lo que ocurrió en el principio. Es, pues, una interpretación de los orígenes hecha desde una óptica de fe y, por lo tanto, se consigna la fe de la comunidad, no pudo redactarse hasta la formación de esa comunidad, lo cual ocurrió tras la conquista de la tierra prometida (siglos XII al XI antes de Cristo).
Los israelitas, una vez instalados en Canaán, comenzaron a organizarse y, al hacerlo, activaron a fondo los resortes de su fe, tanto para interpretar desde ella lo que les sucedía a diario como para analizar su propio pasado. Esto último fue llevado a cabo durante el reinado de Salomón (961-922 antes de Cristo). Esa es la época, por lo tanto, en que se pusieron por escrito los relatos transmitidos oralmente de generación en generación sobre los orígenes del mundo, sobre el por qué existía el mal en el mundo y sobre el por qué había tanta diversidad de razas y lenguas, es decir, los once primeros capítulos del Génesis.
El objetivo de esta parte de la Biblia no era hacer historia, tal y como hoy la entendemos, sino transmitir una verdad de fe a través de unos relatos inspirados por Dios. Por eso no nos crea ningún problema constatar que el origen del hombre es muy anterior a los 4.000 años que según la Biblia habría entre Adán y Abraham. Estas cifras deben ser interpretadas de forma simbólica, como debe ser interpretado el número de días en que el Señor llevó a cabo la creación del mundo o el por qué los hombres emplean idiomas distintos. R. Koch lo describe así: “Los once primeros capítulos del Génesis no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, dado que no pueden apoyarse en ningún testimonio ocular o auditivo. Más no por ello han de verse como leyendas, consignando hechos que, más allá del espacio y del tiempo, se habrían desarrollado tan sólo en la fantasía del autor, cuyo interés se cifró en explicar el destino de la humanidad. Estos capítulos se esfuerzan por explicar las distintas manifestaciones de la miseria humana. Y lo hacen a través de ‘historias’ que, lejos de ser pura invención (leyendas), reflejan realidades vividas”.
Otro autor, J. Taylor, nos explica el contenido de fe que estos capítulos pretenden transmitir: “El libro del Génesis es una epopeya y un drama a nivel mundial. Este se inicia ya en los orígenes: Dios ha creado el mundo, un mundo que era bueno; y ha creado al hombre, el culmen de toda la creación. El ‘prólogo’ (los once primeros capítulos) nos ofrece una panorámica general de la historia humana en el curso de algunos milenios. Vemos cómo la creación de Dios se va deteriorando progresivamente a causa del pecado del hombre, el cual se engañó al pretender hacerse igual a Dios. después todo acaba destrozado por el diluvio para volver a comenzar de nuevo. Y el drama termina con la locura de Babel y la consiguiente dispersión de los pueblos”.
Los temas tratados en estos capítulos podemos estructurales del siguiente modo:
Gén 1, 1-2, 4a: creación del mundo en seis días, dedicando el séptimo al descanso. La enseñanza catequética de este fragmento consiste en que Dios es el autor de cuanto existe, que todo lo ha hecho bien y por lo tanto no es responsable del mal en el mundo, y que hay que agradecerle a Dios lo que ha hecho dedicándole un tiempo especial para ello, el “sábado”, el día dedicado a honrar al Señor y agradecerle la creación.
Gén 2, 4b-25: Origen de la primera pareja humana, con una intervención explícita de Dios que les va a diferenciar del resto de los animales creados por él. El mensaje es que el hombre es el culmen de la creación y que es voluntad divina la complementariedad de los sexos.
Gén 3, 1-25: La pérdida del paraíso a causa del pecado de desobediencia de la primera pareja, un pecado que consistió en atribuirse la capacidad de decidir por sí mismos qué es bueno y qué es malo. Este texto nos enseña dónde está el origen del mal y del dolor en el mundo, así como que perdemos la felicidad, el paraíso, siempre que nos alejamos de Dios.
Gén 4, 1-16: Caín mata a su hermano Abel, primer fratricidio de la historia humana. Continúa la enseñanza anterior; si la separación de Dios supone la pérdida de la felicidad, ahora se ve cómo esa separación se transforma no sólo en perjuicio individual sino también en una desgracia para el prójimo, que termina siendo víctima de otro hombre más fuerte que él.
Gén 4, 17-6, 4: Los descendientes de Abel (Set) perpetúan el bien, mientras que los descendientes de Caín hacen lo mismo con el mal. Esta parte del Génesis intenta explicarnos cómo llega el mal a nuestros días y la importancia de la educación familiar.
Gén 6, 5-9, 28: Dios castiga con un enorme cataclismo de la naturaleza el pecado de obcecación de la humanidad, pero no la destruye y le da na nueva oportunidad, representada en Noé. El texto del diluvio contiene una catequesis sobre el cansancio de Dios, al que no podemos ofender impunemente, y sobre la paciencia y misericordia de Dios, que da nuevas oportunidades a los hombres.
Gén 10, 1-11, 32: Tras el diluvio, los hombres no aprendieron la lección y perseveraron en el pecado, aumentando su insolencia y su soberbia hasta el punto de pretender imitar a Dios en su grandeza, construyendo una gigantesca torre. La enseñanza de este final de la “prehistoria bíblica” es, de nuevo, que Dios es más grande que los hombres y que en todo reto del hombre a Dios, aquel saldrá perdiendo. Por otro lado, se explica la diferencia de lenguas como un castigo fruto del alejamiento de Dios y que conduce a la incomunicación de los hombres entre sí, mientras que los que están cerca de Dios se entienden en lo esencial aunque hablen distintos idiomas.