El libro del Génesis (VI)

Tras Caín y Abel, el siguiente gran personaje que aparece en el Génesis es Noé, con la historia del diluvio universal. Dios quiere darle una nueva oportunidad a la humanidad y permite la supervivencia del único justo. Sin embargo, el resultado no es el adecuado, como mostrará la siguiente historia, la de la torre de babel. La confusión es el resultado de la soberbia del hombre.

La historia del diluvio universal es narrada en el Génesis en cuatro actos: la preparación, el diluvio como tal, la bajada de las aguas y el resultado. Los hitos clave están recogidos en 6,13; 7,11; 8,1; 8,21; 9,8-9. Estos ponen de manifiesto los giros irónicos de los planes de Dios y lo frágil que es el destino humano sin Dios. Sabemos que el relato ha estado influido de alguna manera por otro, la babilónica Epopeya de Gilgamés. Es posible que ambas sea deudoras de una tradición común más antigua que circulaba en lo que hoy llamamos Oriente próximo. Pero los autores del Génesis centran su atención no en la cuestión de la inmortalidad, como hace Gilgamés, sino en el destino humano y la orientación moral después que el diluvio cesa.
La preparación (Gn 6, 9-22). Dios ve a todos los hombres, excepto a Noé, como “corruptos y violentos” (6,11), lo cual hace que todo el orden de la creación haya quedado subvertido por el pecado humano; esto lleva a Dios a devolver la tierra al caos acuático del que él la sacó con su llamada (cf 1,9). Una de las pruebas de la justicia de Noé es que obedeció al Señor cuando le mandó algo aparentemente tan absurdo como construir un barco en una zona muy alejada del mar y nada menos que de 150 metros de largo (eslora). En ese barco Noé debía salvar no sólo al género humano, sino también a todas las especies animales. Esto confirma al lector que el propósito de Dios no es eliminar totalmente la creación como tal, sino rehacerla en una nueva dirección tras el diluvio.
El diluvio (Gn 7, 1-24). Noé entra en el arca con los animales y se desencadena el diluvio, que se describe en términos cósmicos. Mientras que todos los animales terrestres perecen, no se menciona a los peces del mar; de modo que presumiblemente sobrevivieron, puesto que el centro del drama no está en la destrucción de todo, sino en el “suelo” con relación a la vida humana. el suelo es maldecido debido a nuestro pecado. Dios purifica la tierra para preparar una nueva relación de los seres humanos con Él y con el suelo.
Las aguas descienden (Gn 8, 1-19). La tercera escena comienza con la declaración escueta, pero densa, de que el espíritu de Dios comenzó a trabajar sobre las aguas cuando Dios se acordó de Noé. Con ello se hacen dos afirmaciones teológicas. En primer lugar, a partir de este momento de la historia, se va a desplegar una nueva creación, paralela a la iniciada en Gn 1,2. En segundo lugar, el “acordarse” propio de dios es la clave de nuestra relación duradera de alianza. La salvación tiene lugar en la Biblia porque Dios no olvida la alianza con Israel.
El resultado, una nueva bendición (Gn 8,20-9,17). La cuarta y última escena tiene cuatro sub-secciones. pero todas presentan una nueva bendición y promesa para el género humano. En Gn 8,20-22, Dios será ,más paciente y más sufrido y se muestra decidido a sostener la creación. El narrador deja claro que el primer acto de Noé fue un sacrificio a dios y que el primer objeto construido sobre la tierra fue un altar. El altar será el punto central de la nueva relación de la humanidad con Dios.
En Gn 9, 1-7 se nos narra cómo Dios nos devuelve a la bendición de la creación original. Se establecen nuevas normas culinarias, con la condición de que no había que comerse la sangre. Esto representa una prefiguración de la futura comida kosher de Israel.
La nueva alianza. En Gn 9, 8-17 Dios sella una nueva alianza con la humanidad, marcada por el arco iris, símbolo del arco del guerrero divino. Por último, en Gn 9, 18-29 se nos cuenta el nuevo comienzo de Noé, que es mostrado en la doble faceta de primer agricultor y primer borracho. Sin embargo, aquí los protagonistas verdaderos son los hijos, de los cuales descenderán todos los pueblos de la tierra, y que tienen una actitud diferente ante la debilidad de su padre.
Tras narrar la historia de Noé y del diluvio, el libro del Génesis nos cuenta que la humanidad volvió a recaer en el pecado y en la oposición a Dios. Éste decidió darles un nuevo castigo, pero sin destruir la vida sobre la tierra, por ser fiel a la promesa hecha a Noé y a sus hijos. Es la historia de la torre de Babel (Gn 11, 1-9). La lección que se desprende de este relato es la de que el crecimiento económico, y como consecuencia demográfico, no conduce a una mayor obediencia a Dios, sino a mayores esfuerzos conjuntos por ser como Dios, para suplantar a Dios. Lo que había sido mala tendencia en los individuos antes del diluvio, se convierte ahora en energía colectiva de pecado, que consigue el control de las aspiraciones humanas. La torre es recuerdo de la torre-templo de Marduk, el dio de Babilonia, que estaba situada en el centro de la ciudad, y que, según se creía, unía el cielo con la tierra. El momento cumbre del relato incluye un juego de palabras entre el nombre Babel (por Babilonia) y “balal”, el verbo hebreo que significa “confundir”.
El relato es un ataque tanto contra las pretensiones de Babilonia de regir la tierra como contra su jactancia de tener un acceso especial a Dios a través de su torre (zigurat). Además, el relato nos recuerda que, aun cuando llenar la tierra de naciones era una bendición que procedía de Dios, también era el comienzo de una confusión importante acerca del conocimiento de Dios y conducía a mil falsas creencias de pueblos que honraban a dioses de todo tipo y nivel de poder y dominio moral.

La primera parte del Génesis termina con la presentación de la línea genealógica que conduce a Noé hasta Abrahán (Gn 11, 10-32). De este modo, los autores del libro están enlazando la particular historia del pueblo de Israel con la más amplia historia de la humanidad. Partiendo de la creación del mundo por un único Dios, Yahvé, y de la creación del hombre por ese mismo Dios, se pasó luego a explicar -con el relato del pecado original y de la expulsión del Paraíso- el por qué del sufrimiento y de la dureza del trabajo. Tras eso se presentó la condición pecadora de la humanidad, una vez cometido el primer pecado, con el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín. esta condición pecadora del hombre es lo que llevó a Dios a darle un escarmiento y a la vez una nueva oportunidad al género humano, con el diluvio y la salvación de Noé y de su familia. Sin embargo, tras la experiencia de Noé, el hombre volvió a recaer en su soberbia, pretendiendo esta vez igualar al mismo Dios e incluso “apoderarse” de sus secretos y someterle a su capricho mediante la construcción de una torre, la de babel, que llegara hasta el cielo. El hombre se muestra, en este último relato, como un competidor con Dios, que emplea sus cualidades contra aquel que se las ha dado. La confusión es el arma que Dios emplea contra el hombre soberbio. O, lo que es el mismo, la confusión y la división es fruto de la soberbia; un fruto permitido por Dios pero que tiene su origen en la voluntad del hombre.